Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. Gálatas 6: 2, RV60.
Una vez manejé por Europa durante dos semanas con cinco amigos en un automóvil alquilado. Como éramos estudiantes pobres, alquilamos el automóvil más pequeño que pudimos encontrar y viajamos muy apretujados. Habíamos oído hablar de un país europeo muy pequeño, ubicado entre Suiza y Austria, llamado Liechtenstein. El país tiene solamente unos 6,5 kilómetros [4 millas] de ancho y unos 25 [15 millas] de largo, y la capital se llama Vaduz. Cuando llegamos, parecía que la mayoría del país estaba en la ladera de una montaña. Fuimos directamente a la capital, Vaduz. Habíamos escuchado que las estampillas eran artículos de colección allí, así que fuimos a la oficina postal y compramos algunas.
También oímos que había un castillo en la montaña, y fuimos a visitarlo. El ascenso estaba lleno de curvas y giros. Finalmente llegamos al castillo, pero continuamos manejando más arriba, para tener una vista desde lo alto. Al regresar, luego de algunos minutos de manejar cuesta abajo, comenzamos a Oler algo. Pronto nos dimos cuenta de que el olor ¡era el de nuestros frenos!
Paramos inmediatamente y los revisamos. Entre el automóvil pequeño, el peso adicional de todos nosotros, y la cuesta abajo empinada, ¡los frenos se habían recalentando! Ninguno de nosotros era mecánico, así que decidimos dejar que se enfriaran. Se estaba empezando a poner el sol, por lo que preferimos acampar allí esa noche, ¡Y era una noche fría! A la mañana siguiente, ¡nos encontramos con varios centímetros [un par de pulgadas] de nieve!
Todo esto sucedió porque éramos demasiado pesados para nuestro auto. Cada día, todos tenemos cargas que nos presionan. ¿No sería más fácil llevarlas si alguien nos ayudara? La Biblia nos anima a ayudar a llevar las cargas de otros.
A veces les ayudas a otros con sus problemas, y otras veces ellos te ayudan a ti con los tuyos. Prepárate hoy para ayudar a alguien que necesita ayuda; algún día serás tú quien la necesite.