Luego de seis horas de agonía, en expresión de triunfo, «el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1:29) expresó: «Consumado es» (Juan 19:30).
La última contribución de Juan a nuestro conocimiento de las palabras de nuestro Señor en la Cruz fue esa declaración triunfante. Es expresión no solo de la conciencia ante la cercanía de la muerte, sino la certeza de que él, único entre los mortales, tenía el derecho de sentir y expresar que se había cumplido toda la tarea, toda la voluntad de Dios, toda la obra del Mesías, toda profecía, toda redención asegurada, y toda reconciliación entre Dios y el hombre.
Jesús miró hacia atrás y no vio ningún fracaso, ninguna caída por debajo de las exigencias de lo que el Padre esperaba de él, nada que se hubiera podido mejorar. Miró hacia arriba y reafirmó en ese momento lo que su Padre le había dicho en su bautismo: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (Mat. 3:17).
En la Cruz, la obra de Cristo había terminado. No necesitaba ningún suplemento. Nunca podrá repetirse o imitarse mientras dure el mundo, y no perderá su poder a través de los milenios. Confiemos en él como satisfacción plena y completa para todas nuestras necesidades; y no busquemos cambiar «el fundamento seguro», «porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo» (1 Cor. 3:11).
También es bueno recordar que el «consumado es» de la Cruz fue el fin de una etapa de la obra salvífica de Cristo por la humanidad. Allí Cristo venció el pecado y la muerte. Allí consumó su obra. Pero las otras etapas del plan de salvación aún no se han cumplido. Hasta que todos los beneficios de su encarnación, muerte y resurrección hayan alcanzado al último de los escogidos (ver 2 Ped. 3:9), no se escuchará la voz del Padre que diga: «Ahora sí, se terminó .
Tú y yo tenemos una parte que hacer en este mundo para que pronto se haga realidad la visión de Juan: «Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas […] clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestr0 Dios que está sentado en el trono, y al Cordero» (Apoc. 7:9, IO).
Oración: Señor, gracias por Cristo, nuestra victoria.
Tomado de: Lecturas Devocionales para Adultos 2019 «Las Oraciones más Poderosas de la Biblia» Por: Ricardo Bentacur Colaboradores: Rosalba Barbosa & Gladys Cedano