El sabio teme y se aparta del mal; mas el insensato se muestra insolente y confiado. Proverbios 14: 16, RV60.
Mi esposa y yo estábamos en Cairns, Australia, de vacaciones. El plan era manejar nuestro automóvil alquilado al centro del país, hasta llegar a Uluru, también conocido como Ayers Rock. Uluru es famoso por ser la roca sólida más grande del mundo, pero como está ubicada en medio del continente, no es fácil llegar. Tengo un buen mapa, y se esperaba que el viaje duraría dos días. Pronto nos dimos cuenta de que durante esos dos días pasaríamos por una de las regiones más aisladas del país. Aunque sabíamos que el lugar era aislado, no estábamos solos. Nos encontramos con todo tipo de vida silvestre durante la travesía. Quiero contarte en especial sobre nuestros frecuentes encuentros con canguros. Los veíamos corriendo por el monte cada dos por tres.
Muchas veces los canguros nos tomaron por sorpresa, pues estaban parados al lado del camino. La razón por la que esto era un poco atemorizante es que cuando manejas por grandes trechos aislados del desierto durante varias horas, no hay un límite de velocidad fijado. Para cruzar un desierto tan grande en la menor cantidad de tiempo posible, todos tienden a manejar tan rápido como pueden. Lo más rápido que me atreví. a manejar fue a 145 kilómetros [90 millas] por hora, aunque otros automóviles me pasaban a velocidades aún mayores. Cuando estás manejando a 145 kilómetros por hora y ves un canguro parado al lado de la carretera, a unos pocos metros del automóvil, lo único que se cruza por tu mente es: «Canguro, ¡no saltes!».
Algunas veces nos acercamos al peligro, pensando que somos lo suficientemente fuertes para resistir la tentación. Nos convencemos de que podemos acercarnos a un fuego sin quemarnos. Nuestro versículo de hoy nos dice que solo un insensato intenta ver cuánto puede acercarse al peligro. Un sabio se aleja tanto como le es posible.
¿Cuál de ellos serás hoy? Oro para que elijas ser sabio.