Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él. Proverbios 22:6.
Hamutal
Cuando un rey no mata a otro rey, pero la alevosía y la ruindad de este hombre no podían consentirse». Estas fueron las palabras del sultán Saladino al rey Guido de Lusignan, después de ejecutar a Reinaldo de Chatillon. Fue como si le reclamara al difunto: «¿No estuviste cerca de un gran rey para seguir su ejemplo?». Ese gran rey fue Balduino IV, el rey leproso de Jerusalén; para unos, «el cerdo»; para la mayoría, «el santo». Balduino fue el rey mejor y más respetado en la época de los templarios (1095-1314). Reinó desde los trece años, y murió a los veinticuatro (1161-1185 a. C.).
Lo mismo ocurrió con Josías y sus hijos. Hamutal fue una de las esposas del rey Josías, el mejor de su época. «No hubo otro rey antes de él, que se convirtiese a Jehová de todo su corazón, de toda su alma y de todas sus fuerzas […] ni después de él nació otro igual» (2 Reyes 23:25). Josías es recordado como el rey que volvió el corazón del pueblo hacia Dios, y reformó la adoración, pero su hogar no siguió su ejemplo.
Hamutal, como toda «ama de casa», debía educar a sus hijos. Si una mujer no ejerce su papel de reina del hogar, esa familia sufrirá sin duda las consecuencias. «La mujer sabia edifica su casa; más la necia con sus manos la derriba» (Proverbios 14:1).
Los hijos de Hamutal, Joacaz y Sedequías, reinaron después de Josías, su padre, pero hicieron lo malo ante los ojos de Jehová, y las consecuencias fueron muy tristes (ver 2 Reyes 23:31, 32; 24:18-20; Jeremías 22:11, 12; I Crónicas 3:14, 15; 2 Crónicas 36). Quizá Hamutal los consintió y les permitió que siguieran sus inclinaciones; o tal vez fue una buena madre, pero sus hijos eligieron el mal camino. Cualquiera que haya sido su realidad, la responsabilidad de toda madre es criar bien a sus hijos, porque «si no se instruye correctamente al niño en el hogar, Satanás lo educará por instrumentos elegidos por él. ¡Cuán importante es, pues, la escuela del hogar!» (CM, p. 103). Amiga, si eres madre o estás a punto de serlo, pide sabiduría al Señor, e instruye a tu hijo en su camino. — Lourdes Ivette Rodríguez—Chazarreta