Hazme oír por la mañana tu misericordia, porque en ti he confiado; hazme saber el camino por donde ande, porque hacia ti he elevado mi alma. Salmo 143:8
Hay ocasiones en que tu te vas a dormir lleno de problemas, con la esperanza de que la mañana siguiente, al salir el sol, su luz disipe tus pesares, así como la oscuridad de la noche, para verte libre de las dificultades que te rodean.
David no era diferente a ti. Ninguno de los personajes famosos de la Biblia dejo de enfrentar circunstancias sofocantes. Detrás del final victorioso de muchos héroes es posible encontrar momento de lágrimas, temor, desanimo, y hasta la voluntad de desistir.
Si vives en un mundo marcado por el dolor y el sufrimiento, es claro que muchas veces estos tocaran a la puerta de tu corazón. Las dificultades y los problemas son como las piedras en medio del camino. Es preciso retirarlas para poder continuar en dirección a los objetivos propuestos.
En el caso de David, el no esperaba encontrar la solución por si mismo. En ti he confiado, afirma el texto de hoy; y esa confianza lo llevaba a esperar que a la mañana siguiente Dios le daría la respuesta.
Siempre hay una salida para las circunstancias aparentemente insolubles. El secreto de la victoria es descubrir cual es el camino. Por eso, el salmista suplica: “hazme saber el camino por donde ande”.
Este “mostrar” o “saber”, no es algo místico. No consiste en quedar parado en algún rincón de la vida, esperando una revelación “transcendental”. Si Dios quisiese hacer eso, podría hacerlo. Lo hizo algunas veces a lo largo de la historia, pero hoy tu tienes su palabra escrita, y a través de ella, Dios esta listo a mostrarte las salidas.
Nada está perdido cuando Jesus está en el control de tu vida. Si tu no derramaste lágrimas, ¿Dónde estarían los prismas para que tu vida se torne un arco iris? No desistas. Abre la Biblia y busca las respuestas divinas para las dificultades en tu matrimonio, en la relación con tus hijos, en la vida financiera o profesional.
Hoy es la mañana que menciona el salmista. Escucha la voz de Dios y encara los desafíos de la vida con coraje y valor. Di como David: “Hazme oír por la mañana tu misericordia, porque en ti he confiado; hazme saber el camino por donde ande, porque hacia ti he elevado mi alma”.