Nehemías no cayó en un engaño de tipo social -invitación a un diálogo comprometido- ni en un engaño de tipo militar -rumores de rebelión en una carta, así que sus enemigos recurrieron a lo espiritual. Un hombre llamado Semaías (Neh. 6: 10) parecía estar preocupado por el bienestar de Nehemías. Semaías se había recluido en su propia casa, sin duda como manifestación externa del peligro que corrían sus vidas dada la gravedad de la situación. En esa complicada trama oculta, Semaías se mostró angustiado a causa de ciertos supuestos planes de asesinar a Nehemías durante la noche, y le sugirió que ambos se refugiaran en el templo.
Nehemías ni se inmutó, pues una vez más se había percatado del propósito de sus enemigos: intentaban usar a un profeta para engañarlo. «Todo parecía indicar que se trataba de un profeta a sueldo» (Biblia de Estudio de Andrews, p. 574). ¿Cómo se dio cuenta Nehemías de «que Dios no lo había enviado, sino que decía aquella profecía en su contra» (vers. 12)? Porque, en primer lugar, un profeta hubiera estado, ante todo, preocupado por el bienestar del pueblo de Dios y por la voluntad divina respecto a su obra. Hubo una aparente falta de sintonía entre la labor de Nehemías, que Dios había estado dirigiendo en todo momento, y la advertencia del profeta. La propuesta de Semaías implicaba que Nehemías tendría que abandonar al pueblo, dejándolo a merced del miedo y la incertidumbre, y socavando el valor que había estado mostrando a lo largo de todo el proyecto.
En segundo lugar, Semaías propt,1so que se reunieran «dentro del templo» (Neh. 6: 10), es decir, en el lugar santo, donde Dios únicamente había permitido entrada a los sacerdotes. La prueba de un profeta genuino es que no contradice lo que Dios ha establecido. El hecho de que su «profecía» se opusiera a la ley de Dios demostraba que Semaías era un falso profeta. Lo triste es que Semaías no es el único profeta de la Biblia que se dejó deslumbrar por el brillo de la plata.
Nehemías respondió con una fidelidad predecible: «Los hombres como yo, no huyen ni se meten en el templo para salvar el pellejo. Yo, al menos, no me meteré» (Neh. 6: 11). Al tanto del plan, puso de manifiesto el engaño, negándose a profanar el templo. No lo cegó el miedo a un intento de asesinato, ni se desconcertó por el mensaje de un supuesto profeta. Nehemías mantuvo los ojos bien abiertos.
Al parecer, Semaías no fue el único profeta que intentaba engañarlo. Tobías y Sambalat ya habían reclutado a la profetisa Noadía -que no aparece en ninguna otra parte de la Biblia- y a otros profetas para atemorizar a Nehemías, sin haberlo conseguido.
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¿Puedes ver más allá de lo meramente externo en tus relaciones interpersonales?
¿Le pides a Dios que te abra los ojos para reconocer tu propia realidad?
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Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2019. 4to trimestre 2019 “Nehemías” Lección 9: «Ante las salidas fáciles: discernimiento» Colaboradores: Israel Esparza & Misael Morillo