Respondió Juan, diciendo a todos: Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo […]. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego Y vino una voz del cielo que decía: Ti eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia. Lucas 3:16, 22.
¿Anhelas el fuego del Espíritu?
Veamos el contexto de nuestro texto: en los primeros versículos de Lucas 3 se registra la predicación de Juan ante una multitud a quien le bastaba un mínimo gesto del profeta para proclamarlo rey. La gente estaba lista para seguirlo adonde fuera y hacer lo que él quisiera si les decía que él era el próximo libertador (vers. 15). Era una tentación real, pero con la misma dosis de humildad que de atrevimiento con que denunció los pecados de los dirigentes de Israel, derramó una corriente de agua fría sobre aquella ardiente expectación. Grande no es necesariamente el que ocupa el primer lugar, sino el que ocupa el segundo y lo hace con honra y lealtad.
Juan no menosprecia su posición ni la importancia de su bautismo, pero toda su alma se inclina ante el Mesías venidero, cuyo ministerio iba a trascender el suyo, así como el Mediterráneo sobrepasaba el pequeño lago de Galilea. Vio que el Mesías lo superaría en poder. Fuerte como era, ese Otro iba a ser más fuerte. Probablemente no soñó que la fuerza del Otro se manifestaría en la debilidad, haciendo maravillas con el suave y delicado poder del amor y del sacrificio.
Pero, aunque Juan veía vagamente, adoraba perfectamente: «No soy digno de desatar la correa de su calzado» (vers. 16). iQué bella es la humildad en una persona fuerte! Permaneció erguido frente a sacerdotes y tetrarcas, pero se postró ante su Rey.
Juan bautizaba con agua, símbolo del lavamiento, pero el que vendría después de él bautizaría «con el Espíritu Santo y fuego» (vers. 16), el agente activo de la purificación.
El fuego del Espíritu no te consume, sino que ¡te convierte en la zarza ardiente de Éxodo 3! ¡Te energiza, te ilumina, te purifica, te transforma! El Espíritu no te apaga, porque jamás se apaga, como la zarza. El bautismo del agua es pobre en comparación con el del fuego purificador de Cristo. El agua te limpia por fuera, pero ¡Cristo llega al núcleo de tu ser para darte vida eterna!
Tomado de: Lecturas Devocionales para Adultos 2019 «Las Oraciones más Poderosas de la Biblia» Por: Ricardo Bentacur Colaboradores: Rosalba Barbosa & Gladys Cedano