Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Salmo 23:3, RV60.
Cuando comenzamos nuestra exploración de la cueva en el Parque Nacional Cueva Colosal de Kentucky, uno de los primeros desafíos que enfrentamos fue tener que arrastrarnos boca abajo por un largo pasillo extremadamente estrecho. Después tuvimos que pasar por una abertura donde apenas cabía nuestro cuerpo. Nos enteramos de que aquella era básicamente una “prueba de valentía”, y que por eso nos habían medido el pecho antes de comenzar. Cuando el hombre más fornido del grupo llegó al final de ese tramo tan difícil, se quedó atrapado, y los guías se apresuraron a ayudarlo. Podíamos oírlo empujando, gruñendo y jadeando, mientras intentaba pasar por la abertura. Estábamos a unos 90 metros [300 pies] bajo la superficie, así que no había nadie cerca para ayudar a aquel hombre, y las baterías de nuestras linternas eran limitadas. Luego de unos diez minutos, dos mujeres del grupo comenzaron a angustiarse.
Cuando el hombre logró pasar, ya las dos mujeres estaban tan agitadas que tuvieron que regresar. Uno de los dos guías tuvo que volver con ellas hasta la superficie, mientras los demás continuábamos adelante, pero ahora con un solo guía. Entonces me pidieron que cubriera la retaguardia de la expedición.
Casi al final del día llegamos a otro espacio tan ajustado que la única manera de pasar era girar el casco en cierto ángulo para poder deslizarnos por una abertura de apenas unos 23 centímetros (9 pulgadas) de ancho. Como yo era la última persona, podría haberme alejado solo para explorar, ¿pero crees que eso hubiera sido una buena idea? De ninguna manera.
¿Por qué intentaríamos ir por nuestro propio camino en la vida? A Satanás le encantaría que lo siguieras por el camino equivocado. Pero el Dios que te creó te ha ofrecido su conducción, y puedes estar seguro de que nunca te llevará por el camino equivocado.