De modo que, si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. 2 Corintios 5: 17, RV60.
Uno de los lugares más inolvidables que he visitado ha quedado en mi memoria por razones terribles. Por respeto a la historia, decidimos visitar un campo de concentración alemán, en Dachau, cerca de Múnich.
Durante la Segunda Guerra Mundial, nuestro mundo fue testigo de uno de los niveles más bajos de la indignidad humana, cuando los nazis, liderados por Hitler, capturaron y aprisionaron a millones de judíos, entre otros grupos de población. El campo de concentración que visité fue uno de los muchos campos que establecieron los nazis durante la guerra. Periódicamente, trenes llenos de gente, sobre todo de judíos, llegaban a los campos donde serían forzados a trabajar a la par que pasaban todo tipo de estrecheces, necesidades, maltrato, tortura y frío. Cuando terminó la guerra y los nazis fueron derrotados, millones de judíos, junto con otros grupos humanos como testigos de Jehová, gitanos o personas discapacitadas, habían sido asesinados en esos campos. Solo pensar en esto me rompe el corazón.
Hoy en día también sufrimos terribles azotes como el terrorismo: gente que mata a personas inocentes en nombre de «dios». Ese día que caminé por ese campo de concentración fue uno de los más tristes y sombríos que recuerdo, pero esa tristeza me indujo a acudir a la Biblia para encontrar esperanza. Muchas cosas terribles suceden cuando los dirigentes de las naciones declaran la guerra a alguien, y generalmente la raíz del problema tiene que ver con el afán de poder.
Lo triste es que la historia se repite, y líderes terribles todavía llegan al poder, y causan a la humanidad algunos de sus momentos más oscuros. Hoy te reto a ser el tipo de persona o líder que imita a Jesús, cuyas acciones muestran que el amor es lo más importante. Cada día deberíamos pedirle a Dios que entre en nuestra vida. Él nos cambiará, nos hará nuevos y más semejantes a Cristo.