No digan malas palabras, sino solo palabras buenas que edifiquen la comunidad y traigan beneficios a quienes las escuchen. Efesios 4:29, DHH.
Durante mi visita a Jerusalén, tuve un día completo para explorar la ciudad. Quería hacer varias cosas antes de volver a Jordania a la mañana siguiente para continuar trabajando en la excavación arqueológica. Muchas de las historias bíblicas que he aprendido ocurrieron en Jerusalén. Por supuesto, la ciudad fue destruida y reconstruida con los años, pero sigue siendo Jerusalén. Altos muros rodean la ciudad vieja. Uno de los lugares que más quería ver se llama el Muro de las Lamentaciones. Había leído que uno puede caminar junto a las murallas de la ciudad y finalmente llegar a ese muro. En promedio, los muros tienen unos doce metros de alto y dos y medio de grosor. Recordé cómo, durante los tiempos bíblicos, los grandes muros proveían protección ante los ataques de los enemigos. Ellos dependían de los muros, y estoy seguro de que cada vez que pasaban al lado de ellos se sentían agradecidos por tenerlos.
En Jerusalén subí hasta lo alto de las murallas. Del lado de afuera está la extensa ciudad moderna de Jerusalén; el lado de adentro contiene las calles y edificios de la ciudad vieja. Me puse a pensar en lo diferente que es el mundo.
Las personas de antaño solían esconderse detrás de los muros de la ciudad y nadie podía lastimarlas; pero ahora es muy fácil lastimar a cualquiera. Una de las maneras más fáciles de lastimarlas es con las palabras que dices o escribes. Se ha vuelto muy fácil hacer comentarios en las redes sociales, porque no tienes que decir nada directamente a nadie. Ten cuidado con las cosas que publicas y con todo lo que dices. Antes de escribir o decir algo, piensa y pregúntate: «¿Servirá este comentario para hacer crecer a alguien o para destruirlo?” En el peor de los casos, si no puedes pensar en nada bueno que decir, lo mejor es no decir nada.