No te niegues a hacer el bien a quien es debido, cuando tuvieres poder para hacerlo. Proverbios 3:27.
Susan B. Anthony
A Io largo de la historia y en todas las culturas, las mujeres han enfrentado enormes desafíos. Una de ellas fue Susan B. Anthony. Confundidora de la Asociación Nacional pro Sufragio de la Mujer, nació en Massachusetts, en 1820.
En 1863 fundó la Liga Nacional de Mujeres Leales, que condujo a recaudar 400,000 firmas de personas que se oponían a la esclavitud. Fue también defensora de los derechos de la mujer. En ese tiempo, a las mujeres no les era permitido votar, pero ella votó ilegalmente en las elecciones presidenciales, por lo que fue arrestada y llevada a los tribunales, donde se le puso una multa. Aunque nunca la pagó, las autoridades no la persiguieron por ello.
La Enmienda 19 de la Constitución de los Estados Unidos, ratificada en 1920, que dio a la mujer el derecho a votar, lleva su nombre. Y en una moneda de un dólar, que salió en 1979, aparece su retrato. Se trata de la primera moneda de los Estados Unidos con el rostro de una mujer. Susan luchó hasta sus últimos años por la justicia y los derechos de los más débiles. Dijo en uno de sus discursos: «Desconfío de los que dicen saber muy bien lo que Dios quiere que hagan, porque noto que siempre coincide con sus propios deseos». Susan falleció en 1906, a los ochenta y seis años de edad, en Nueva York.*
Algunos «pueden haber sabido poca teología, pero albergaron sus principios. Por la influencia del Espíritu divino, fueron una bendición para los que los rodeaban. Aun entre los paganos, hay quienes han abrigado el espíritu de bondad. […] Aunque ignorantes de la ley escrita de Dios, oyeron su voz hablarles en la naturaleza e hicieron lo que la ley requería. Sus obras son evidencia de que el Espíritu de Dios tocó su corazón, y son reconocidos como hijos de Dios. ¡Cuánto se sorprenderán y alegrarán los humildes de entre las naciones y entre los paganos, al oír de los labios del Salvador: ‘En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis’! ¡Cuán alegre se sentirá el corazón del Amor Infinito cuando sus seguidores lo miren con sorpresa y gozo al oír sus palabras de aprobación!» (MB, pp.334-335). —