El pueblo de Dios lleva esperando el fin del pecado desde que Adán y Eva fueron expulsados del Edén. Cuando Dios los hizo salir del huerto, les comunicó su plan: Jesús vendría y moriría en lugar de ellos.
Dios lo ha prometido y el desafío está de nuestro lado.
A lo largo de los siglos y milenios, la fe del pueblo de Dios en la bendita esperanza fluctuó. Incluso el profeta Habacuc experimentó esa fluctuación. En los primeros versículos de su libro, el profeta exclamó: «Señor, ¿hasta cuándo gritaré pidiendo ayuda sin que tú me escuches? ¿Hasta cuándo clamaré a causa de la violencia sin que vengas a librarnos?» (Hab. 1: 2). Habacuc no entendía por qué Dios no estaba enfrentando los pecados de aquel momento.
Jesús relató una parábola registrada en Lucas 18, que ayuda a responder la pregunta de Habacuc. Sin duda, muchos nos hacemos esa misma pregunta hoy. En dicha parábola, aparece una mujer que es viuda y acude a un juez una y otra vez. Pero, vez tras vez es rechazada. Finalmente, el juez la atiende, porque está cansado de que ella acuda a él. Esta parábola nos ayuda a entender el carácter de Dios. El Señor un día pondrá fin al pecado y eso será muy pronto. Jesús dice: «Sin embargo, cuando venga el Hijo del hombre, ¿hallará fe en la tierra» (Luc. 18: 8).
Dios lo ha prometido y el desafío está de nuestro lado. ¿Permitiremos que él transforme nuestros corazones? Por más difícil que le sea esperar, el pueblo de Dios es descrito en su Palabra como un pueblo paciente. «¡Aquí se verá la fortaleza del pueblo santo, de aquellos que cumplen sus mandamientos y son fieles a Jesús!» (Apoc. 14: 12). La palabra traducida en este versículo como paciencia significa literalmente resistencia.
Muchas, muchísimas personas han experimentado el dolor de perder a sus seres queridos. Otros han sido abusados. Otros han sufrido ataques o robos. Cualquiera que sea el problema, contamos con la promesa de Dios en su Palabra de que todo terminará muy pronto. A menudo, es difícil esperar con optimismo la liberación de Dios, pero esta es precisamente la razón por la que él nos dejó sus promesas.
Al final del libro de Apocalipsis. Dios nos presenta una hermosa promesa respecto a lo que él ha preparado para sus hijos fieles: «Secará todas las lágrimas de ellos, y ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor; porque todo lo que antes existía ha dejado de existir» (Apoc. 21: 4).
Dios borrará nuestras lágrimas. Él hará que todas las cosas sean nuevas, y jamás podrá afectar a sus hijos nada que haya contribuido a que esta vida fuera miserable.
PARA COMENTAR
¿De qué formas podemos animarnos mutuamente a perseverar en nuestra ruta hacia el cielo?
¿Cómo podemos mantenemos esperando, alegres y con paciencia, a que Dios cumpla su promesa de crear una nueva tierra?
Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2019. 3er trimestre 2019 “Servir a los necesitados” Lección :11 «Viviendo La Esperanza Del Advenimiento» Colaboradores: Israel Esparza & Misael Morillo