Aunque la mayor parte de los judíos había regresado a su país natal, Nehemías permaneció en la corte medo-persa. Debido a que él estaba satisfecho con su puesto y con su elevada posición social, pudo haber ignorado a los nativos de Judá. En cambio, al comprometerse personalmente con la situación de ellos, les pregunta a sus compatriotas dos cosas: l) por la situación de su pueblo, «los judíos que habían escapado de ir al destierro»; y 2) por Jerusalén: la capital de su nación, que además era la ciudad que Dios había elegido para mostrar su presencia en el pasado (ver Neh. l: 2).
El informe es negativo: l) el pueblo se halla «en una situación muy difícil y vergonzosa» 2) en cuanto a Jerusalén, «la muralla ha sido derribada y sus puertas han sido destruidas por el fuego» (Neh. 1: 3).
El liderazgo bíblico no solo se preocupa por alcanzar un objetivo -una meta, un propósito sino que también considera la situación y el estado de ánimo del pueblo. Cuando se trata de personas, encontramos problemas que son internos -«gran aflicción» o desesperación-, así como situaciones externas -«reproche» o vergüenza-. Nehemías actúa con habilidad enfrentando lo que se le avecina: reconstruir las infraestructuras y la muralla protectora que habían sido destruidas; para luego abordar los problemas sociales y espirituales más profundos relacionados con toda la tarea: ruina y cenizas a su misma entrada, vergüenza, deshonra, humillación, indignidad, y el aparente silencio de Dios.
Los líderes de hoy tienen mucho que extraer del primer capítulo de Nehemías. Los problemas no solo se dan en el ámbito de lo intelectual, lo filosófico, lo económico y lo material; sino también en el más importante: el ámbito de lo espiritual. Ahí es donde se necesita la mayor cantidad de luz, compasión y gracia. Ahí es donde los cristianos son llamados, en última instancia, a causar impacto.
Al recibir el informe, Nehemías se entristeció y lloró, ayunó y oró (Neh. 1: 4).
En lugar de considerarlo todo como un proyecto impersonal, Nehemías se comprometió con todas sus fuerzas: emocional, física, mental y espiritualmente. Un líder bíblico no es aquel que comienza su labor con la gloria en mente, sino con una carga de responsabilidad en el corazón.
La reconstrucción de Jerusalén había comenzado algún tiempo antes, pero no se había terminado debido a cabildeos políticos (ver Esd. 4: 4-24). Al escuchar aquel desalentador informe, Nehemías percibió un cuadro mucho más amplio. No solo estaba en juego la reputación del pueblo de Dios, sino también el honor de Dios. La muralla representaba una barrera defensiva contra los enemigos; si se construía de mala calidad, no solo se pondría en duda la destreza e ingenio de los judíos, sino también la capacidad protectora de su Dios.
Es preciso conocer cuál es la situación espiritual de quienes nos rodean, así como de las entidades mayores como la iglesia. El descuido y la chapucería reflejarán nuestras ideas, a la vez que nuestra relación con Dios. Cuando su honra y su pueblo están en juego, podemos muy bien ser llamados a reparar esas «murallas» para su honra y gloria.
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¿Por qué crees que Nehemías no regresó a Jerusalén tras el primer edicto que encontramos en Esdras 1: 3?
¿Qué promesas consideras que han sido hechas para ti y tus circunstancias?
¿Tienes una idea clara de cuál es tu papel en tu servicio a Dios individualmente y en tu grupo o comunidad?
Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2019.
4to trimestre 2019 “Nehemías”
Lección :1 «Principios para un liderazgo bíblico»
Colaboradores: Israel Esparza & Misael Morillo