¡Ah, Señor Jehová! ¿Destruirás del todo al remanente de Israel? Ezequiel 11:13.
¿Por quién intercederás hoy?
En visión, Ezequiel había visto a Jerusalén destruida por el ejército sirio. La capital era un cementerio. Él se sentía solo en medio de los muertos. En la visión no ve a ningún judío que haya quedado vivo por haber tenido la marca protectora. Las diez tribus del norte, de Israel, ya habían ido cautivas en 723722 a.C. (2 Rey. 17:6); y un número importante de los habitantes del reino del sur, de Judá, fue llevado cautivo a Babilonia por el rey Nabucodonosor entre 605 y 597 a.C. (Dan. 1:1-3). Cinco años después, el joven Ezequiel fue llamado al ministerio profético. Afligido por la suerte de sus compatriotas, Ezequiel clama a Dios.
La oración intercesora es un ejercicio de pasión, no de indiferencia; por eso el profeta clamó, oró a gritos. La oración es salud para el alma del suplicante. Es un grito de catarsis, de liberación del alma, y también es esperanza para el ser por quien oramos. El amor de Ezequiel por Dios y por su pueblo se expresó en aquel clamor en forma de pregunta. En esta pregunta se escucha el eco del clamor intercesor de Abraham por los habitantes de Sodoma (Gén. 18:16-33).
La oración intercesora lleva en sus palabras el sello de la presencia divina. Tiene que haber amor divino en el corazón para orar por los demás. Y más amor para orar incluso por nuestros enemigos.
Acerca de la oración intercesora, dice Elena de White: «Oremos no solo por nosotros mismos sino también por los que nos han hecho daño y continúan perjudicándonos. Orad, orad sobre todo mentalmente […]. Hay a vuestro alrededor aquellos que sufren desgracias, que necesitan palabras de simpatía, amor y ternura, y nuestras oraciones humildes y compasivas (LO 291, 292).
«Algunos están enfermos y han perdido la esperanza. Devolvedles la luz del sol. Hay almas que han perdido su valor; habladles, orad por ellas. Hay quienes necesitan el pan de vida. Leedles la Palabra de Dios. Hay una enfermedad del alma que ningún bálsamo puede alcanzar, ninguna medicina curar. Orad por estas [almas] y traedlas a Jesucristo» (ibíd., p. 292, 293).
¿Por quién vas a orar hoy?
Oración: Gracias por la oración intercesora, que trae bendición a mi vida.
Tomado de: Lecturas Devocionales para Adultos 2019 «Las Oraciones más Poderosas de la Biblia» Por: Ricardo Bentacur Colaboradores: Rosalba Barbosa & Gladys Cedano