«Pues por la bondad de Dios han recibido ustedes la salvación por medio de la fe. No es esto algo que ustedes mismos hayan conseguido, sino que es un don de Dios. No es el resultado de las propias acciones, de modo que nadie puede gloriarse de nada; pues es Dios quien nos ha hecho; él nos ha creado en Cristo Jesús para que hagamos buenas obras, siguiendo el camino que él nos había preparado de antemano». Efesios 2: 8-10
Justicia social. ¿En qué piensas cuando escuchas este concepto? ¿Cómo te hacen sentir esas dos palabras? ¿Te sientes impulsado a actuar, o te incomoda la inacción de los demás, ya sean compañeros de estudios, de iglesia, o dirigentes? ¿Cómo te sientes cuando observas que se comete alguna injusticia? ¿Cómo reaccionas?
Estamos tan atrapados en el juego de la culpa que descuidamos nuestras responsabilidades.
Nuestra generación no está sola en su egoísmo, en su incapacidad para abogar por aquellos miembros de nuestras comunidades que necesitan saber que todos pertenecemos al cuerpo de Cristo, incluidos los pobres, necesitados, cojos, desnudos o encarcelados; y que la salvación es un don del cielo que se nos ofrece libremente. Estamos tan atrapados en el juego de la culpa que descuidamos nuestras responsabilidades. Sí, la iglesia es un colectivo; sin embargo, no somos salvos como iglesia o como grupo. No debemos actuar igual en caso de que la congregación a la que pertenecemos no esté activa o sea indiferente a las necesidades de la comunidad. Todos tenemos una responsabilidad individual.
La letra de la canción de Israel Houghton titulada Deeper habla de cuál debería ser nuestra actitud cuando pensamos en justicia social. Cada vez que escucho esa canción me siento obligada a reflexionar en el caso de las personas que no considero dignas de recibir mi ayuda.
En un entorno social aparentemente comprometido con la diversidad, nos cuesta seguir las recomendaciones de Pablo: «No hagan nada por rivalidad o por orgullo, sino con humildad, y que cada uno considere a los demás como mejores que él mismo» (Fil. 2: 3-4). Somos cada vez más egoístas e inconscientes de que somos hermanos y debemos ayudar en las necesidades de los menos afortunados. Fallamos a la luz de la justicia social cuando no valoramos a los demás en la misma medida que nos consideramos a nosotros mismos. Fallamos cuando no procuramos experimentar el mismo amor que Dios siente por su pueblo.
Haz tuya la siguiente oración al estudiar la lección de esta semana: «Señor, ayúdanos a amar a los más humildes».
Leer la Biblia describe la forma en que debemos integrarnos al evangelio y luego ponerlo en práctica en nuestras vidas. Como seguidores de Cristo, es nuestro deber compartir con los demás las buenas nuevas de la salvación, además de ayudarlos a que se liberen de sus cargas.
Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2019. 3er trimestre 2019 “Servir a los necesitados” Lección :10 «Viviendo El Evangelio» Colaboradores: Israel Esparza & Misael Morillo