Jehová, escucha mi oración, y llegue a ti mi clamor Soy semejante al pelícano del desierto; soy como el búho de las soledades. Salmo 102:1, 6.
Existen muchas soledades: la del soldado en el frente de batalla, la del preso en su celda, la del inmigrante, la de los infelices en el matrimonio, la de los desocupados, la del enfermo que espera la muerte, la de los pobres que no pueden adquirir lo que desean, y la de los muy ricos que sufren la pobreza del deseo porque no pueden desear lo inalcanzable. Toda soledad engendra tristeza, desaliento y desesperación.
La soledad se admira y se desea cuando no se la sufre. Es deseada y se la ve hermosa… cuando se tiene alguien a quien decírselo.
Soy más sensible a la soledad del anciano, o de los viudos, cuyas angustias y tristezas llevan al envejecimiento prematuro y, en ocasiones, a la enfermedad y a la muerte. Aunque también he visto viudos en soledad «feliz» luego de sepultar a su cónyuge. Como si se hubieran liberado de una pesada carga. En verdad, el matrimonio es para algunas personas una carga insoportable. Los jóvenes de hoy no esperan a que la muerte los libere; ellos se divorcian. Es motivo de tristeza que no sean muchos los matrimonios que pueden mantener la frescura creativa del amor y de la ternura a lo largo de toda la vida. Cuando la muerte destruye un matrimonio feliz, el viudo o la viuda, a veces, necesitan muchos meses o años para llegar a reponerse de la pérdida. Algunos jamás lo logran.
Según el evangelio, Jesús busca la oveja que se ha quedado sola (ver Luc. 15). ¡Dios te ama especialmente si estás o te sientes solo!
La peor soledad es la de estar con alguien que nos hace sentir solos. Estar juntos no significa estar acompañados. Para acompañar a alguien que se siente solo, antes debo sentirme acompañado por mí mismo y por Dios. El Salmo 102 es el clamor del solitario. El poeta rey expresa su agonía en uno de los textos más tristes que haya escrito. Pero, como en todas sus oraciones, ¡concluye con la sublime confianza de que Dios está a su lado!
¡Jesús es nuestra primera compañía! Con él en el corazón, ¡nadie se sentirá solo a nuestro lado!
Oración: Señor, ¿a quién tengo yo en los cielos sino a ti?» (Sal. 73:25).
Tomado de: Lecturas Devocionales para Adultos 2019 «Las Oraciones más Poderosas de la Biblia» Por: Ricardo Bentacur Colaboradores: Rosalba Barbosa & Gladys Cedano