Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Romanos 8:32
Anne Sullivan
Entre las veinte mujeres más influyentes y poderosas del mundo en 2016, la revista Forbes incluyó a Angela Merkel, canciller de Alemania, Janet Yellen, presidenta de la Reserva Federal de los Estados Unidos, y Theresa May, primera ministra de Inglaterra.] Creo que, si estuviera viva, Anne Sullivan habría sido incluida en esa lista. Su legado y ejemplo son una verdadera inspiración.
A la edad de cinco años, Anne contrajo tracoma en su ojo derecho, enfermedad con la que convivió toda su vida. Creció en un hogar disfuncional. Poco después de la muerte de su madre, su padre abusivo los abandonó a ella y a su hermano, que terminaron en un orfanato miserable. Pese a todo esto, Anne decidió no dejarse vencer. Sin educación previa, se destacó académica mente frente a las burlas de sus compañeros de clase. Fue la estudiante más distinguida el día de su graduación.
En su discurso dijo: «El deber nos invita a entrar en la vida activa. Vayamos alegremente, con esperanza y pasión, y propongámonos encontrar nuestro lugar cuando lo hayamos encontrado, hagámoslo fiel y voluntariamente; porque cada obstáculo que vencemos, cada éxito que conseguimos tiende a colocar al hombre más cerca de Dios».2
A sus escasos veinte años, Anne logró obtener el que fue el único empleo de toda su vida. Enseñó a leer y a comunicarse a Helen Keller, una niña indomable, sorda y ciega. Mediante la asociación de objetos y palabras, en pocos meses Anne pudo enseñar a Helen un vocabulario de 600 palabras, las tablas de multiplicar y a leer Braille. Gracias a la ayuda de Anne, Helen llegó a ser la primera ciega en obtener una educación universitaria. En el funeral de Anne, el obispo James E. Freeman dijo: «Entre los grandes maestros de todos los tiempos, ella ocupa un lugar destacado, distinguido. El toque de su mano hizo más que iluminar el camino de una mente nublada; literalmente liberó un alma».
Como Anne Sullivan, propongámonos encontrar nuestro lugar especial en la iglesia de Dios y en la sociedad, y cuando lo hayamos encontrado, por amor a Dios y al prójimo, sirvamos con dedicación.—