Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. Juan 13: 34, NVI.
Hace algunos años, varias familias decidimos organizar un viaje misionero a Honduras. Por supuesto, él enemigo no se alegra cuando servimos a otros y procuró poner piedras de tropiezo en nuestro camino. Cuando nuestro grupo de veinticinco llegó al aeropuerto de Chicago, el vuelo había sido cancelado sin motivo aparente. Mientras esperábamos una solución, oramos fervientemente. Dios prevaleció, y al día siguiente el grupo pudo llegar con a Honduras.
La mayoría del trabajo se desarrolló en una guardería infantil en la ciudad de Santa Bárbara. Tristemente, algunos padres van a trabajar y dejan a sus hijos pequeños solos en la casa todo el día. Los niños no siempre permanecen en el hogar, y aunque es difícil imaginar a un niñito de cuatro años rondando por las calles, buscando algo para comer, esa es la realidad en algunos lugares del mundo. Esta guardería les facilitaba a padres pobres un lugar donde sus hijos podían estar seguros mientras ellos trabajaban. Proveía cuidado y comida, y evitaba que anduvieran en las calles hasta que sus padres pudieran llegar a buscarlos.
La guardería existía como un ministerio, y no cobraban por su servicio, así que, con el tiempo, se había descuidado el mantenimiento de la propiedad. Nuestro grupo fue para realizar varias tareas: pintar, arreglar tuberías de desagüe rotas, reparar las goteras del techo, construir un nuevo patio de juegos y limpiar una zona rocosa. También construimos una pared de cemento en el costado expuesto de la propiedad y pasamos muchísimo tiempo jugando con los niños, enseñando historias bíblicas, vistiéndolos, limpiándolos y simplemente amándolos.
Dios nos ama a todos. No le importa qué tenemos o cómo somos físicamente. Dios valora a los individuos, no a las cosas.
Recuerda que nada en este mundo es más importante que una vida humana.
¡Recuerda eso al interactuar hoy con las personas!