Has sufrido, has sido perseverante, has trabajado arduamente por amor de mi nombre y no has desmayado. Apocalipsis 2:3 (RV95).
PÉRSIDA
Cuando leo en Romanos 16: 12, «saludad a la amada Pérsida, que tanto ha trabajado en el Señor», viene a mi mente el mensaje a la iglesia de Éfeso del versículo de hoy. Parece como si fuera un mensaje personal para la amada Pérsida y para todas las «amadas mujeres» de todas las iglesias del mundo que han sufrido, han sido perseverantes, han trabajado arduamente por amor a Cristo el Salvador y no han desmayado.
«El servicio prestado con sinceridad de corazón tiene gran recompensa. ‘Tu Padre que ve en secreto, te recompensará en público’. Por la vida que vivimos mediante la gracia de Cristo se forma el carácter. La belleza original empieza a ser restaurada en el alma. Los atributos del carácter de Cristo son impartidos, y la imagen del Ser divino empieza a resplandecer. Los rostros de los hombres y mujeres que andan y trabajan con Dios expresan la paz del cielo. Están rodeados por la atmósfera celestial. Para esas almas, el reino de Dios empezó ya. Tienen el gozo de Cristo, el gozo de beneficiar a la humanidad. Tienen la honra de ser aceptados para servir al maestro; se les ha confiado el cargo de hacer su obra en su nombre» (DTG, cap. 31, p. 282).
Esta hermosa gema del Espíritu de Profecía nos deja varias reflexiones para que te animes a llevar a cabo el arduo trabajo que tienes por delante hasta que Cristo venga: Dios te mira con amor desde el cielo, allá en tu escondite, trabajando por él tras bambalinas, y te recompensará en público para que seas ejemplo a otras y su nombre sea glorificado.
Si quieres que «la belleza original» sea restaurada en ti, no busques productos de belleza. Mejor esconde tu vida en Cristo hasta el punto de formar un carácter semejante al suyo. Entonces la imagen de Dios resplandecerá en ti, y tu rostro expresará la paz del cielo.
¡EI reino de Dios puede empezar ahora mismo en tu vida! Dile a Dios que lo amas con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas, y que te ayude a amar a su iglesia con la misma intensidad. Entonces podrás tener el gozo de Cristo, el gozo de poder beneficiar y hacer el bien a tu prójimo.—