«Esfuércense por añadir a su fe, virtud; a su virtud, entendimiento; al entendimiento, dominio propio; al dominio propio, constancia; a la constancia, devoción a Dios; a la devoción a Dios, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque estas cualidades, si abundan en ustedes, los harán crecer en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo, y evitarán que sean inútiles e improductivos. 2 Pedro 1: 5, 8, NVI
DIOS NOS HA LLAMADO a la gloria y la virtud. No es correcto que nos amoldemos al mundo en el vestir, ni a su forma de hablar ni de vivir. El Señor nos ha dado una elevada norma para alcanzar. A fin de capacitamos para alcanzarla, Dios envió al mundo a su Hijo unigénito. Cristo hizo un sacrificio infinito en nuestro favor. Puso a un lado su regia corona y su mantoreal, revistió su divinidad con humanidad, y vino al mundo a enseñamos las leyes de la vida y la salvación, que hemos cumplir fielmente a fin de tener vida etema en el reino de gloria.
Satanás sostenía que era imposible que los seres humanos pudieran guardar la ley de Dios. A fin de probar que esto es falso, Cristo dejó su excelsa posición, tomó sobre sí la naturaleza humana y vino a la tierra para colocarse a la cabeza de la raza caída, a fin de mostrar que la humanidad podía soportar las tentaciones de Satanás. Jesús se convirtió en el máximo representante de la humanidad, para ser tentado en todo como la naturaleza humana caída habría de ser tentada, a fin de que pudiera solidarizarse con todos los que son tentados. Llevando nuestra naturaleza, fue leal a la norma de justicia de Dios y obtuvo la victoria sobre Satanás. «Ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado» (Heb. 4: 15, NVI).
Antes que Cristo viniera en persona para revelamos el carácter de su Padre, Satanás pensó quetenía a todo el mundo de su lado, y todavía hoy el enemigo está empeñado en ganamos la partida a cada uno. Trata de introducir disensión y divisiones. Pero si somos «partícipes de la naturaleza divina» (2 Ped. 1: 4, RVC), permaneceremos unidos. Que nadie piense que nuestras iglesias podrán gozar de la bendición de Dios mientras haya desunión en ellas. Hemos de ser los representantes de Cristo en este mundo. Él nos llamó a la gloria y la virtud. Tal como Cristo representó al Padre, así debemos hacerlo ante el mundo, porque al representar a Cristo estamos representando al Padre, que se encuentra en todo lugar para ayudar donde sea necesario.
El Maestro nos ha encomendado una gran misión que cumplir. Considerando cuánto sacrificó Jesús en nuestro favor al dar su vida por nuestra salvación, ¿permitiremos que se avergüence de nosotros por nuestra conducta?
Es para la gloria de Dios que nos da de su virtud. Su anhelo es vemos elevados al más alto nivel. Cuando mediante una fe viva nos aferramos del poder de un Cristo viviente; cuando imploramos sus promesas y las reclamamos como nuestras; cuando buscamos el poder del Espíritu Santo, estamos comiendo la carne y bebiendo la sangre del Hijo de Dios.—Manuscrito 77, 7 de junio de 1902, sermón presentado en el centro de acampada de Petaluma, Califomia, Estados Unidos, «Lecciones extraídas del segundo capítulo de la segunda Epístola de Pedro», adaptado.