Dios, Dios mío eres ti Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas. Salmo 63:1.
¿Oras con sed de Dios?
Sabemos que David vivió en el desierto mientras huía del rey Saúl (1 Sam. 23). La expresión «mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas» (Sal. 63: l) es una buena descripción del desierto de Judea, justo al sur de Jerusalén. Pero David encontró un escondite en En-gadi (l Sam. 23:29), un lugar en el desierto rocoso frente al Mar Muerto, donde había abundante agua para él y para todos sus hombres.
En la actualidad, Ein Guedi es una de las atracciones turísticas de Israel. Durante los días más calurosos del verano, quienes hacen la travesía de aquel desierto, siguiendo las huellas de David y sus hombres, encuentran aquí y allá pequeños manantiales, riachuelos y cascadas de agua cristalina donde saciar su sed para refrescarse. Es asombroso el contraste entre la piedra estéril y el riachuelo marcado de verdes arbustos. Al principio del camino, ningún turista sospecha que hubiese allí alguna gota de agua. ¡Qué oasis para el desanimado David y sus hombres!
El agua de la Palabra de Dios y su refrescante presencia están siempre cercanas, pero a veces tenemos que tener una gran sed antes de que las busquemos. Perdidos en el mar de la vida, ¡cuántas veces no sabemos adónde ir para saciar la sed!
Nos parecemos a la tripulación que languidecía de sed en un pequeño barco que iba a la deriva por el océano. Cuando se le acercó otra embarcación, los hombres y las mujeres sedientos comenzaron a gritar: «Agua, agua; estamos muriendo de sed». Pero la respuesta del otro lado fue: «Bajen sus cubetas allí mismo donde están». Aquellas palabras parecían una burla. Después de insistir y de recibir la misma respuesta, decidieron hacerles caso, con la esperanza de que no se estuvieran burlando. iY realmente encontraron algo! Descubrieron agua fresca, que para ellos era inmensurable. Pues, sin saberlo, el pequeño barco había entrado en la amplia desembocadura del río Amazonas, cuyas aguas endulzaban el mar muchos kilómetros adentro.
Tener sed de Dios es una buena señal. El Agua de vida está cerca de ti. Baja tu cubeta ahí, dondequiera que estés.
Tomado de: Lecturas Devocionales para Adultos 2019 «Las Oraciones más Poderosas de la Biblia» Por: Ricardo Bentacur Colaboradores: Rosalba Barbosa & Gladys Cedano