«Y ahora, hermanos, busquen su fuerza en el Señor, en su poder irresistible. Protéjanse con toda la armadura que Dios les ha dado, para que puedan estar firmes contra los engaños del diablo. Porque no estamos luchando contra poderes humanos, sino contra malignas fuerzas espirituales del cielo, las cuales tienen mando, autoridad y dominio sobre el mundo de tinieblas que nos rodea». Efesios 6: 10-12, DHHL
EL FUTURO NOS AGUARDA y van a ocurrir hechos inesperados que cambiarán el estado actual del mundo. La lujuria y la codicia están logrando la supremacía. La opresión y los odios serán terriblemente destructivos. Inspirados por un poder maligno, los agentes de Satanás actuarán con diligencia para cumplir su voluntad. «Muchos pasarán por los sufrimientos anunciados, y saldrán de ellos purificados y perfeccionados. Los malvados seguirán cometiendo maldades, sin entender lo que pasa, pero los hombres sabios lo comprenderán todo» (Dan. 12: 10, DHH). Cada alma verdaderamente convertida se revestirá con toda la armadura de Dios y enfrentará con valentía al enemigo invisible. Los siervos de Dios comprenderán la necesidad de «ser partícipes de la naturaleza divina» (2 Ped. 1: 4, RVC).
Estamos en peligro. Nuestra única seguridad está en seguir las huellas de Jesús y llevar su yugo. Nos esperan tiempos turbulentos. En muchos casos los amigos se enemistarán. Sin causa alguna, nuestros vecinos se convertirán en enemigos nuestros. Los motivos del pueblo de Dios serán tergiversados no solamente por el mundo, sino también por los propios hermanos. Los siervos del Señor serán colocados en situaciones difíciles. A fin de justificar la conducta egoísta e injusta de algunas personas, se hará una montaña de una insignificancia.
La obra que muchos han llevado a cabo fielmente será desacreditada y subestimada, debido a que sus esfuerzos no se han visto acompañadospor lo que algunos suponen que es el éxito. Por medio de tergiversaciones a muchos se les colocarán los oscuros ropajes de la deshonestidad debido a que circunstancias que están más allá de su control, confundieron su obra. Serán señalados como gente en quien no se puede confiar. Y esto lo harán precisamente algunos miembros de la iglesia. Los siervos de Dios deben hacer que la suya sea «la mente de Cristo» (1 Cor. 2: 16). No hemos de esperar libramos del escarnio ni de la tergiversación. Se les tildará de excéntricos y fanáticos. Pero esto no ha de ser motivo de desánimo. La mano de Dios está al timón de su providencia, guiando su obra para la gloria de su nombre.
Dios exhorta a su pueblo a ser una brillante luz en el mundo; una luz que brille en medio de las tinieblas del pecado. Tiene su recompensa vivir la vida del dador de la vida. Él anduvo haciendo bienes. Esto es lo que hará todo verdadero seguidor de Cristo, imbuido de un sentido sagrado de lealtad a Dios y de solidaridad con el prójimo. Mediante el conocimiento de la verdad tal como es en Jesús, los cristianos deben crecer en gracia, acercándose constantemente a la perfección del carácter.—Manuscrito 75, 12 de junio de 1902, «La firma del convenio>>.