«El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes pastos me hace descansar. Junto a tranquilas aguas me conduce; me infunde nuevas fuerzas. Me guía por sendas de justicia por amor a su nombre». Salmo 23: 1-2, NVI
DESEO DE TODO CORAZÓN que quienes han estado provocando disensiones y enfrentamientos se den cuenta de su error, se arrepientan y se conviertan. Dígaselo a todo el mundo: «Todavía está la luz entre ustedes, pero no por mucho tiempo. Mientras tienen luz, caminen para que no los sorprendan las tinieblas. Porque el que camina en la oscuridad no sabe a dónde se dirige» (Juan 12: 35, LPH). Puesto que el tiempo es corto necesitamos ocupamos diligentemente en las cosas del Señor.
Hace dos noches tuve una visión en la que me parecía estar dirigiéndome a un grupo de nuestro pueblo. Yo estaba diciendo: «Tengo una advertencia para quienes han estado haciendo todo los posible para destruir la influencia de los mensajes que el Señor ha dado a sus siervos. Hay algunos que durante años han ido extendiendo sus raíces hasta puntos distantes, pero la producción de sus frutos para Cristo está representada por la higuera estéril
No olvidemos nunca la lección de la higuera estéril. No es una mera profesión de justicia lo que satisfará las necesidades del mundo actual y cumplirá la voluntad de Dios para la familia humana. El Señor está buscando ramas fructíferas. «Alimenten mis ovejas con «verdes pastos»», es el mandato del Señor a quienes actúan como maestros del evangelio de salvación. Él ha hecho provisión para que el poder salvador del evangelio sea presentado en todas partes.
Se me mostró que se han cometido errores que dejaron impresiones equivocadas sobre las mentes. Se permitió que fueran líderes en ámbitos esenciales personas deficientes en la gracia salvadora del evangelio, que no habían hecho de la pureza y la sencillez parte de su estilo de vida, y que no habían buscado a Dios en humilde y fervorosa súplica. No consideraban que actuar con rectitud y abnegación es algo esencial en la experiencia cristiana. No veían la necesidad de tener el Espíritu de Cristo y de imitar su ejemplo en la obra del ministerio. Escuché palabras de advertencia y súplica dirigidas a los jóvenes, en las que se les imploraba hacer una entrega completa y obtener una conversión cabal. Se exhortó a los ministros a que hicieran cambios concretos.
Se me presentó al Salvador estando frente a la congregación y dirigiéndose a quienes habían estado desanimando y obstaculizando la obra de otros, y se oyeron estas palabras: «Quiebren todo yugo. Vamos con años de retraso en la proclamación del plan de la redención. Que cada uno se sienta comisionado por Aquel que es la verdad y la justicia. Coloquémonos todos en una correcta relación con Dios, realizando una obra de arrepentimiento cabal».
Presentemos nuestro caso ante el trono de la gracia. Ruego al Señor que ahora se produzcan verdaderas conversiones. — Carta 202, 23 de junio de 1908, dirigida a Stephen N. Haskell, presidente de la Asociación de California, adaptado.