Roca mía, no te desentiendas de mí, para que no sea yo, dejándome ti, semejante a los que descienden al sepulcro. Salmo 28:1.
¿De qué hoyo te sacó Dios? ¿Qué debilidad transformó Dios en fortaleza? Hace pocos días estaba yo colportando en Salinas, California, cuando recibí una llamada telefónica de uno de los supervisores de una compañía cosechadora a la que visito cada año. Me pidió que fuera al «campo del toro» (las barracas donde pernoctan los trabajadores rurales) a visitar a un muchacho alcohólico que estaban por echar del trabajo. Ahí fui hace un par de domingos a ver a Francisco en la casita 3. Me recibió con los brazos abiertos y una risa exagerada. Él no sabía que yo iría. Estaba un poco borracho.
—Pastor, cuando usted vino el último miércoles a dar culto, no quise ir porque yo olía feo, por mi pecado, por mi vicio —me dijo.
—Cuanto más feo huelas, más necesitas a tus hermanos de fe. No te preocupes por tus olores. Si tú olieras mis pecados, no te sentirías bien. Solo Cristo tiene «olor fragante» (Efe. 5:2); y donde está Cristo no se sienten nuestros malos olores —le respondí.
Me miró en silencio, y seguí:
—Quiero decirte algo más: Jesús jamás te reprochará por tus debilidades. Ni se olvidará de ti por vicioso que seas. Reprochará tu hipocresía y soberbia (Mat. 23), pero jamás tu debilidad (Juan 3:17).
El vicio de Francisco era el cruel castigo que él mismo se infligía por sus propios fracasos. Oprimido por la vida, ese era el modo de atender sus dolores.
«Por conductos que no podemos discernir, [Dios] está en activa comunicación con cada parte de su dominio. Pero es en el grano de arena de este mundo, en las almas por cuya salvación dio a su Hijo unigénito, donde su interés y el interés de todo el cielo se concentran. Dios se inclina desde su trono para oír el clamor de los oprimidos. A toda oración sincera, él contesta: ‘Aquí estoy’. Levanta al angustiado y pisoteado […]. En cada tentación y prueba, el ángel de su presencia está cerca de nosotros para librarnos» (DTG 328, 329). ¿De qué hoyo te sacó el Señor?
Oración: Señor, dame fuerzas para no soltarme de tu mano.
Tomado de: Lecturas Devocionales para Adultos 2019 «Las Oraciones más Poderosas de la Biblia» Por: Ricardo Bentacur.
Colaboradores: Rosalba Barbosa & Gladys Cedano