Lección E. Sabática Universitarios 2019 Para el: 19 mayo
Génesis 18: 18-19; 1 Samuel 3′. 10-14; Salmo 127; Proverbios 22: 6
Ser padre puede ser un motivo de gran gozo, pero también de gran preocupación. El peso de ser responsable de una vida joven e indefensa puede agobiar a cualquiera. La fragilidad, la ingenuidad y la confianza de un niño pueden ser desconcertantes y abrumadoras. ¿Qué pasa si dejo caer al niño? ¿Qué pasa si mi impaciencia de hoy desencadena una disfunción de aquí a diez años? ¿Qué pasa si aparto la mirada en el momento equivocado? En el reino animal los padres no parecen sufrir estas preocupaciones. Los animales actúan por instinto, a veces tomando decisiones brutales para garantizar la supervivencia. A menudo actúan desapasionadamente para garantizar que sus descendientes vivan, prosperen y procreen la próxima generación.
¿Crianza natural? (Gen. 18: 18-19; 1 Sam. 3: 10-14)
El profeta Jeremías señaló: «Aun la cigüeña en el cielo sabe cuándo debe volver. La tórtola, la golondrina y la grulla, saben cuándo deben ir a otro lugar. En cambio, tú pueblo mío, no conoces mis libros» (Jer. 8: 7). Aunque Jeremías se refería al distanciamiento del pueblo respecto a Dios, sus palabras nos recuerdan que el pecado ha robado lo que debería surgir naturalmente: nuestra aptitud para criar hijos. Dios nos creó a su imagen, pero tendemos a criar hijos a la imagen nuestra.
Los niños pueden sacar lo peor de nosotros. Es decir, sin el Espíritu Santo, la crianza de los hijos puede revelar lo muy deteriorados que estamos. Sin embargo, la paternidad puede ser uno de los mayores catalizadores para el crecimiento espiritual y emocional. Los niños pueden despertar nuestros sentimientos más tiernos y desinteresados. Pueden enseñarnos cómo nos ve Dios, amándonos a pesar de nuestra fragilidad, debilidades y egocentrismo. Cuando procuramos asociamos con Dios para criar a nuestros hijos, eso moldea nuestros caracteres para que sean más parecidos al de él. Con la ayuda de Dios, la paternidad puede hacemos más pacientes, más cariñosos y más sacrificados.
La Biblia es un manual para la crianza de los hijos que contiene consejos y principios generales aplicables a diversas situaciones. También contiene relatos que muestran cómo las decisiones personales de algunos padres afectaron a una generación tras otra. Isaac tuvo un hijo favorito llamado Esaú, mientras que Jacob era el preferido de su esposa Rebeca. Jacob tuvo también un hijo favorito: José. Abraham mintió acerca de su esposa. Isaac mintió con relación a su esposa. Jacob mintió a Isaac respecto a su identidad. El suegro de Jacob, Labán, le mintió acerca de la identidad de su esposa. Los hijos de Jacob le mintieron a Jacob respecto a lo que le sucedió a su hermano José. En cada generación, las malas decisiones de cada padre causaron conflictos y dolor. Únicamente a través de la confesión y la reconciliación pudieron alterarse algunas de aquellas decisiones formativas.
Lecciones de vida (Prov. 22: 6)
Una de las reglas más importantes de la Escritura es «mostrar, no contar». Lo que contribuye a una narración efectiva también contribuye a una crianza efectiva. Como dice un refrán popular: «No me digas lo que crees; déjame ver lo que haces y te diré lo que crees». Los niños aprenden más de la forma en que vivimos que de lo que b decimos. Dicho de otra manera: nuestros valores son «captados» más fácilmente que «enseñados». Podemos hablarles a nuestros hijos de valores, pero ellos absorberán mucho más de nuestros hechos que de nuestra retórica.
LA PATERNIDAD PUEDE SER UNO DE LOS MAYORES CATALIZADORES PARA EL CRECIMIENTO ESPIRITUAL Y EMOCIONAL.
El rey David mandó a la muerte a un hombre para encubrir su propio adulterio. Los hijos de David cometieron violaciones y asesinatos y trataron de usurparle el trono a su padre. Aunque Salomón, otro hijo de David, se libró de la venganza Y la violencia que habían definido la vida y el reinado de David, él continuó el legado mujeriego de David, y se alejó de Dios. Durante los siguientes cuatrocientos años, los reyes de Judá vacilaron entre la fidelidad y la idolatría. .
La crianza de los hijos es todo un desafío. Incluso algunas personas que caminaron con Dios, como Abraham y Sara, Isaac y Jacob, Ana y Elcana, lucharon para honrar a Dios en su labor de padres. No hay una fórmula mágica para criar niños.
Amor. Paciencia. Tiempo. Compromiso. Alabanza. Corrección. Fe. Hoy discutimos sobre el equilibrio entre esos elementos, pero todos reconocemos que son esenciales. También debemos reconocer que lo que transmitimos a nuestros hijos puede no ser necesariamente lo que esperábamos o pretendíamos.
Una silenciosa turbulencia (Prov. 3: 5-6; Isa. 43: 1-2; Jer. 29: 11; 31: 25; 32: 27; Mat. 11: 28)
La paternidad no está garantizada. Es posible que nunca tengamos hijos. Una mujer podría sufrir múltiples abortos involuntarios, o incluso perder a un niño por accidente o enfermedad. Nuestros hijos pueden romper nuestros corazones a causa de sus decisiones. En esas circunstancias, nuestro Padre celestial es nuestro único consuelo y apoyo. Él es nuestro «refugio y fortaleza, una ayuda siempre presente en los problemas» (Sal. 46: 1), y no nos abandonará en nuestro momento de mayor necesidad. El Dios que es amor (1 Juan 4: 8) está siempre presente. El «nunca te dejará ni te abandonará» (Deut. 31: 6).
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Lección de Escuela Sabática Para Jovenes Universitarios 2019.
2do trimestre 2019 “Estaciones de la vida”
Lección 8: «Cuando llega el momento de ser padres«
Colaboradores: Israel Esparza & Misael Morillo
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