«Mujer ejemplar no es fácil hallarla; ivale más que las piedras Preciosas![…] Se reviste de fortaleza y con ánimo se dispone a trabajar. Cuida de que el negocio marche bien, y de noche trabaja hasta tarde. […] Habla siempre con sabiduría, y da con amor sus enseñanzas». Proverbios 31: 10-26, DHH
EXISTE UNA ELEVADA NORMA que alcanzar; no estamos cumpliendo con todo aquello que es nuestro privilegio y nuestro deber. ¿Cómo es posible que usemos los talentos que Dios nos ha dado en asuntos terrenales y no en su servicio? ¿No debiéramos tener un interés mayor en lo de valor eterno que en nuestras necesidades temporales?
Conocemos el deseo de que los matrimonios y las familias alcancen un conocimiento claro de la verdad. Es lo correcto, y debiera ser prioritario. Pero, ¿cumplimos con todo nuestro deber? ¿Estamos progresando todo lo que debiéramos? ¿No estamos quedándonos cortas en nuestro deber de progresar? No hemos de conformamos con nuestra situación espiritual actual. Nos agrada ver a los bebés y observar sus maneras infantiles, pero nos sentiríamos disgustadas si esa misma conducta continuara cuando el niño ha crecido. Del mismo modo, el cristiano debe crecer. Hemos de irnos amoldando a la imagen de Cristo, y no degradamos. Hemos de sentirnos ancladas en Cristo. Aférrense a él las hermanas que viven solas. Eviten la frivolidad y manténganse constantemente alertas.
Las ricas bendiciones celestiales están dispuestas para ser derramadas sobre nosotras como el rocío. No sean egoístas. Para muchas personas toda la religión se reduce a «para mí y mi familia». No están dispuestas a salirse de ahí a fin de ayudar y beneficiar a otros. Con esa actitud Dios no puede bendecimos. Él nos bendice cuando dejamos de lado el yo. Él no quiere que nos pongamos siempre en primer lugar nosotras mismas. Lo que sembremos eso cosecharemos. Si sembramos egoísmo, cosecharemos egoísmo, es decir, lo interiorizaremos. Apartémonos del yo y hablemos de la bondad y las bendiciones divinas.
Que todas las hermanas que no tienen un esposo en el cual apoyarse, puedan apoyarse por completo en Dios. Cada una de nosotras es receptora de la misericordia divina y puede traer valiosos aportes a las reuniones. ¿Actuamos como quienes han sido llamadas de las tinieblas a la luz admirable? ¿O acaso lo hacemos como si estuviéramos arrastrando una carga insoportable? Debemos hablar de la luz,orar por la luz, y la luz vendrá. iSi tan solo las mujeres d? la iglesia estuvieran dispuestas a mostrar que Dios puede trabajar a través de ellas! Fue María la primera que predicó a Cristo resucitado.
Las bendiciones más ricas aguardan a las que tienen los conflictos más duros, porque Cristo es un constante apoyo en las dificultades. Ahora bien, es necesario que nos despojemos del egoísmo; que nos familiaricemos con «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Juan 1: 29), y así creceremos cada vez más a la semejanzade Cristo, hasta que la corona de la inmortalidad sea colocada en nuestras frentes.—Manuscrito 2, 13 de mayo de 1884, «Un sermón predicado por Elena G. de White»