Ambos pertenecen a la familia de los anfibios, pero se los puede distinguir a simple vista por estas razones: Los sapos tienen la piel más seca, sus patas son cortas y prefieren vivir en lugares secos, como la tierra. Por su parte, las ranas tienen la piel más húmeda, sus patas son más largas, pueden saltar más alto, y les encanta vivir en el agua.
En la Biblia encontramos que Dios eligió las ranas para darle una lección al pueblo egipcio. De pronto aparecieron tantas ranas en el palacio, que se volvió insoportable la convivencia con ellas, pues estaban por todos lados. Saltaban de un lugar a otro, quizá buscando su medio acuático. Así que, es muy probable, que las encontraban en ollas. jarras, copas, cisternas, pozos, fuentes, aljibes y hasta en charcos.
Lee más en la Biblia, Éxodo 8:1-15.
Los egipcios adoraban diferentes ídolos. Muchos de ellos eran animales, y entre ellos estaban las ranas. ¡Qué decepción habrá sentido el faraón cuando uno de sus dioses se volvió en contra de su pueblo! Muchas veces nos pasa lo mismo a nosotros: pasamos tanto tiempo con algún objeto o con alguien que pareciera que lo estamos idolatrando. Para ayudarnos, Dios nos dejó su primer consejo: «No tengas otros dioses aparte de mí» (Éxodo 20:3).
Desafío: Dibuja una rana y pégale pasto, hojas y otros materiales de diferentes tonalidades verdes para conseguir un hermoso collage.