Jehová me ha dicho: Mi hijo eres ti; yo te engendré hoy. Salmo 2:7, 8.
Salmos, el himnario del pueblo de Israel, es una colección de cinco libros con varios autores. El tema de cada libro coincide con el contenido de cada libro del Pentateuco, los primeros cinco libros de la Biblia. Así, el primer libro hace hincapié en la humanidad (Sal. 1-41). El segundo trata sobre la liberación de Egipto (Sal. 42-72). El tercer libro aborda el Santuario (Sal. 73-89). El cuarto habla del Reino de Dios (Sal. 90-106). Y el tema principal del quinto libro es la Palabra de Dios (Sal. 107-150).
Muchas de las oraciones del Antiguo Testamento tienen como objeto exclusivo asuntos temporales, pero la mayoría de las oraciones de los Salmos son cantos de alabanza y mensajes proféticos que reafirman la fe del creyente. Este es el caso de la oración del Salmo 2 (ver, además, los salmos 21, 45, 72 y 110). Es un canto mesiánico. El tema sobre el que gira es la elección del rey como ungido de Jehová. El texto acentúa el aspecto «guerrero del ungido» como instrumento de acción divina. A la vez que se remarca el carácter y el destino del rey como persona «consagrada», intocable e inviolable, se anuncia la llegada al mundo del verdadero Ungido de Dios, el Mesías.
En Mateo 3:17, escuchamos el eco del Salmo 2: «Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (Mat. 3:17). En Hechos 4:26, Lucas, anunciando la pasión y la muerte de Cristo, cita el versículo 2 de este Salmo. Siglos antes de que el Hijo de Dios pisara solo el lagar de la ira divina, el rey David «publicó el decreto» de tu salvación (Sal. 2:7).
¿Qué significa esta oración para ti? Dios te engendra como hijo en Jesús (Gál. 3:25, 26). Saber que eres hijo de Dios tiene un tremendo impacto en tu vida. No eres la misma persona con o sin Jesús en el corazón. Si Jesús está vivo, nada importa. Y si Jesús no está vivo, nada importa. Esta es la paradoja que él instala en tu vida: o lo recibes, y nada temerás; o lo rechazas, y nada tendrá significado en tu vida.
Hoy, antes de salir de tu casa, asegúrate de que Jesús te acompañe. Oración: Señor, te alabo porque me engendras en tu Hijo.