Aunque me lave con aguas de nieve, y limpie mis manos con la limpieza misma, aun me hundirás en el hoyo, y mis propios vestidos me abominarán. Job 9:30, 31.
¿No te has sentido alguna vez abandonado por Dios? ¿No has creído, con ¿ justa razón, que Dios es injusto contigo?
En nuestro texto, Job está profundamente deprimido, y capta el abismo, la asimetría, entre la criatura y el Creador: «Porque [Dios] no es hombre como yo, para que yo le responda» (Job 9:32). Remata su razonamiento con una declaración lapidaria: «Una cosa resta que yo diga: Al perfecto y al impío él los consume» (vers. 22). «Si yo le invocara, y él me respondiese, aún no creeré que haya escuchado mi voz» (vers. 16). En su depresión, Job no ve la justicia divina en la sociedad humana. Él mismo no merece su sufrimiento, y no entiende cómo Dios lo trata así, aun cuando él es recto. Salomón expresa el mismo escepticismo: «Hay vanidad que se hace sobre la tierra: que hay justos a quienes sucede como si hicieran obras de impíos, y hay impíos a quienes acontece como si hicieran obras de justos» (Ecl. 8:14).
En realidad, Job está diciendo que su mente no puede entender el mal y el consecuente sufrimiento para la humanidad. No hay ningún orden moral por el cual una persona pueda ser justificada delante de Dios por sus buenas obras, y así, luego, esperar que le vaya bien en todas las cosas de la vida. Dios es bueno, y hace salir el sol y caer la lluvia para justos e injustos (ver Mat. 5:45). Esto, mientras dure este mundo de pecado.
Es posible que hayan ocurrido cosas muy malas en nuestra vida para las que no tengamos explicación. Quizá, como Job, oramos, rogamos, nos quejamos, y aún no tenemos respuesta. Hay asuntos que hay que dejarlos en las manos del tiempo. Porque el tiempo contesta nuestras preguntas, o hace que ya no nos interesen las respuestas. Pero hay preguntas que solo Dios puede contestar. Hablemos con él. La oración no tiene como único propósito que Dios provea todas las respuestas a nuestros interrogantes. Orar es, más bien, afirmar nuestro corazón en la soberanía divina, con el fin de conformar nuestros deseos y propósitos a su voluntad y a su gloria. Oración: Señor, quiero disfrutarte siempre.