He aquí que yo soy vil; ¿qué te responderé? Mi mano pongo sobre mi boca. Una vez hablé, más no responderé; aun dos veces, mas no volveré a hablar. Job 40:4, 5.
¿Cómo te sientes cuando Dios se revela en tu corazón?
En el capítulo 39 de Job, Dios habló. Y todos callaron, incluso Job. La respuesta de Job es nuestro texto. Luego de que Dios hablara, Job tuvo una conciencia profunda de su condición pecaminosa. Como si el dolor lo hubiera hecho más recto de lo que era (Job 1:1). Es paradójico, pero cuanto más cerca de Dios estamos, más conscientes somos de nuestra pecaminosidad. En esto consiste la santidad.
El pecado es más que un acto; es una actitud. Pecamos no solo por lo que hacemos sino por lo que somos. David dijo: «He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre» (Sal. 51:5). Si le preguntamos a Jesús acerca de la fuente de nuestros pecados, él nos dice: «Lo que sale del corazón es lo que contamina al hombre» (ver Mat. 15:18).
¿Cuál es la diferencia entre Job y David? ¿Por qué ambos se sienten viles delante de Dios, aun cuando Job era inocente y David culpable?
Con Job, podemos decir: «Señor, nosotros no manejamos nada, no sabemos que hay situaciones que en poco tiempo pueden arrollarnos y mostrar nuestra total impotencia». Con David, podemos decir: «Señor, sabemos que si escondemos nuestros pecados nuestra situación empeora». i Cuán miserable fue la suerte de David, quien aun queriendo amar a todos se sintió obligado, por el miedo, a mentir y asesinar para salvarse a sí mismo! Somos víctimas y victimarios del pecado.
Job fue una víctima del pecado, pero en contacto con la grandeza de Dios vio toda su insignificancia. Su pecado fue dudar de Dios cuando las cosas no fueron bien. David fue un victimario. Y con él llegamos al nivel más bajo de nuestra condición humana: convertirnos en homicidas con tal de salvar nuestra reputación.
Nosotros somos víctimas y victimarios en el reino del mal. Pero, cuando renunciamos a nuestra pretendida honestidad y reconocemos nuestra maldad natural, la fe nos recupera.
¡Gracias, Jesús; aunque soy insignificante, significo mucho para ti!