En mi país de origen, los jóvenes asisten a la escuela mientras que los de avanzada edad crían a los más chicos, por lo que rara ve; tienen tiempo para cuidar de sí mismos. Al hablar una tarde con una persona de la tercera edad respecto a la jubilad, me dijo que durante la mayor parte de su vida trabajó para ahorrar dinero para jubilarse y disfrutar de los beneficios de su trabajo, porque creía firmemente que «lo que se siembra, se cosecha» (Gál, 6: 7). Generalmente hablamos de planes de jubilación que tienen que ver con casas, tierras y ahorros, es decir, con las cosas materiales que deseamos disfrutar en la vida. Básicamente almacenamos tesoros en este mundo, muchas veces sin siquiera considerar la voluntad de Dios. Rara vez nos preocupa influir positivamente en las vidas de los demás, compartiendo la bondad de Dios manifestada en nuestras vidas. El doloroso hecho es que hoy en día, muchas personas no viven con la intención de llegar a ancianos, sino con el único propósito de sobrevivir un día a la vez.
Estamos llamados a prepararnos a lo largo de nuestra vida, desde el comienzo hasta el final.
En el Salmo 71: 17-18 el rey David reconoce la continua dirección de Dios a lo largo de su vida, desde su misma juventud, y le suplica a Dios que continúe guiándolo y ayudándolo en su vejez. Le pide que permita que su vida, incluso en su vejez, sea un testimonio de 1a gracia y misericordia de Dios. David, en lugar de pedirle a Dios que le permita disfrutar de sus riquezas en la tierra, le pide que su vida proyecte una imagen de la bondad divina: «Dios mío, tú me has enseñado desde mi juventud, y aún sigo anunciando tus grandes obras. Dios mío, no me abandones aun cuando ya esté yo viejo y canoso, pues aún tengo que hablar de tu gran poder a esta generación y a las futuras».
Estamos llamados a prepararnos a lo largo de nuestra vida, desde el comienzo hasta el final, sabiendo que Dios tiene un plan para nosotros. Es con esa esperanza que debemos planificar nuestras existencias con valentía, asegurando que dejamos espacio a la voluntad de Dios con el fin de que la misma se manifieste. Mientras planificamos nuestras vidas y nos preparamos para nuestra vejez, nosotros, como David, debemos hacer un intento por alabar a Dios y compartirlo con aquellos que vendrán después. La tarea de todo cristiano es ser como David y esforzarse para compartir el amor y el conocimiento de la bondad y la gracia de Dios, pidiéndole al Señor que permita que nuestras vidas sean un fiel testimonio.
PARA COMENTAR
¿En qué sentido la preparación para la vejez capacita a alguien para el cielo?
¿Cómo puede alguien preparar su mente para la segunda venida a través de la realización de un plan de vida?
Lección de Escuela Sabática Para Jovenes Universitarios 2019. 2do trimestre 2019 “Estaciones de la vida” Lección 3: «Preparación para el cambio« Colaboradores: Israel Esparza & Misael Morillo