«Los quiero tanto que me abrasan unos celos a lo divino, pues los he desposado con un solo marido presentándolos a Cristo como si ustedes fueran una virgen pura. Pero tengo miedo; lo mismo que la serpiente sedujo con su astucia a Eva, temo que pervierta sus Pensamientos apartándolos de una sincera y limpia entrega a Cristo».2 Corintios ll: 2-3, LPHE
DEBEMOS REVELAR A CRISTO en todas nuestras relaciones con los demás. Mostraremos así que tenemos una verdadera conexión con el Salvador. Dios debe recibir todo el honor y toda la gloria. Cuando Cristo aparezca, reconocerá a los que estén unidos a él mediante una fe viva; «por lo cual Jesús no se avergüenza de llamarlos hermanos» (Heb. 2: 11, NVI).
El Señor, él es Dios, y no hay ningún otro fuera de él. Cuando Satanás puede hacer que su astucia fructifique en las mentes humanas, las influencias engañosas son recibidas como si procedieran del cielo. Al hacer caso de sus sofismas, muchas almas quedan seducidas antes de percibir que no proceden de Dios sino del enemigo de toda justicia. Puedo asegurarles que de lo más desconcertante para todos nosotros será distinguir lo genuino de lo fraudulento. Lo falso se introduce imperceptiblemente así como se introdujo en las cortes celestiales.
Satanás trató de minar la confianza de los ángeles en el gobierno de Dios. Ambicionaba la posición de Cristo, con la convicción de que si él la conseguía podría acabar usurpando el lugar de Dios. Habilidosamente presentó sus sugerencias a los ángeles, y muchos las aceptaron. Sembró dudas que fueron arraigando en sus mentes. Ellos, no tan cautelosos como quien los capitaneaba, comenzaron a compartir con los demás ángeles sus nuevas teorías. Satanás era el originador de las dudas que expresaban, pero las presentaba como opiniones de un gran número de ángeles, y por lo tanto dignas de ser tomadas en cuenta.
Satanás actúa hoy con estratagemas engañosas para cautivar a la humanidad mediante falsas teorías. A través del tiempo ha llegado hasta nosotros la advertencia de que seamos cuidadosos para que evitemos ser sugestionados por él.
Que nadie, por haber sido antes usado como instrumento del Señor, se considere inmune a las sugestiones satánicas. Dios utiliza a los seres humanos, y les concede sabiduría por tanto tiempo como le sean fieles y no se atribuyan la gloria a sí mismos. Los que se sueltan de la mano del Señor, y se consideran por sí mismos capaces de conducir la obra, no están guiados por el Espíritu de Dios sino por «otro espíritu» (2 Cor. I l: 4). Satanás se entromete y se dejan conducir por él, y así se introduce la perversión y la sutileza del engaño de la serpiente.—Manuscrito 37, 10 de mayo de 1903, «Directivas para la obra»