«Su divino poder, al darnos el conocimiento de aquel que nos llamó por su propia gloria y excelencia, nos ha concedido todas las cosas que necesitamos para vivir como Dios manda. Así Dios nos ha entregado sus Preciosas y magníficas Promesas para que ustedes, luego de escapar de la corrupción que hay en el mundo debido a los malos deseos, lleguen a tener parte en la naturaleza divina». 2 Pedro l: 3-4, NVI
LOS VERDADEROS CRISTIANOS son fieles en las cosas pequeñas, recordando que laPalabra del Señor declara: «El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel» (Luc. 16: 10). Una obediencia fiel y constante a las indicaciones de Cristo nos hace puros de mente, firmes y fieles en cada etapa de la vida.
El verdadero servicio descubre el velo de un corazón hecho fragante por el amor de Dios, y otorga nobleza al carácter en esta vida. Bajo su influencia, el amor a Dios y al prójimo se expresa con los labios y se revela en las acciones. […]
Cuando el pueblo de Dios coloque el don del habla bajo la influencia y el control del Espíritu Santo, miles escucharán el mensaje de que «Dios es amor». «De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna»(1 Juan 4: 8, 16; Juan 3: 16). Su corazón de amor infinito abraza a cada ser humano. Su amor es un manantial inextinguible de gozo y paz, tan permanente como la eternidad; es la fuente abierta para todo su pueblo. Además todo el mundo puede ser satisfecho con su provisión inagotable. Este amor es la vida de Dios, que obra con poder transformador, perfeccionando el carácter cristiano y haciendo partícipes a los seres humanos de la naturaleza divina. A través de Cristo, esta corriente vital de amor y vida fluye al mundo. […]
En la lucha cristiana se necesitan espiritualidad, valor, determinación y perseverancia. […] Hemos de ser fuertes en el Señor. El valor humano no es suficiente. Los soldados cristianos hemos de ser resistentes y resilientes. Dios es totalmente suficiente. En la omnipotencia de su fortaleza nos ceñimos la armadura cristiana (ver Efe. 6: 10-17). Hemos de echar mano de todos los medios apropiados de defensa contra el enemigo de las almas. Perfeccionemos el carácter. Resistamos la tentación. Cultivemos las virtudes cristianas. Hemos de ser valientes. iSí, claro que sí!, hemos de ser fuertes y valientes.
Puesto que tenemos muchas batallas que librar, hemos de estar permanentemente prestos para el combate. Obtendremos fortaleza y ayuda de la fuente de todo poder. Si confiamos en el Señor, triunfaremos cóntra los enemigos invisibles. Si por el contario confiamos en nuestra fortaleza, con toda seguridad seremos derrotados. La armadura está a nuestra disposición. Si nos la ceñimos podremos luchar con denuedo por el Señor.—Carta 67, 25 de abril de 1902, dirigida a «Mis hermanos que ocupan puestos de responsabilidad en la Pacific Press», adaptado.