«Si alguno de ustedes requiere de sabiduría, Pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios se la da a todos en abundancia y sin hacer ningún reproche». Santiago l: 5, RVCN
INUMERABLES SON LOS QUE, cuando se hallan en dificultades, […] se olvidan de las invitaciones que Dios nos hace continuamente, y comienzan a buscar y tratar de conseguir apoyo humano. Acuden a otras personas en busca de ayuda, y es así como su experiencia vital se debilita y andan vacilantes. Se nos ha indicado que en todas nuestras tribulaciones busquemos al Señor con la máxima intensidad, recordando que somos su propiedad, hijos suyos por adopción. Nadie puede solidarizarse con nuestra situación como el Hijo del hombre. Recibiremos su apoyo si se lo solicitamos confiadamente y Io aceptamos. Somos suyos por creación y por redención. Mediante los vínculos del amor divino estamos ligados a la fuente de todo poder y fortaleza. Si dependemos únicamente de Dios, pidiéndole lo que necesitamos como un niñito pide a su padre o a su madre lo que necesita, obtendremos una enriquecedora experiencia; y nos daremos entonces cuenta de que Dios es la fuente de toda fortaleza y poder. […]
Cuando su pueblo depende del poder y sapiencia humanos, estamos deshonrado gtavemente a Dios. Él no lo aprueba. Nos dijo que él nos enseñará, que él nos guiará. Podemos acudir a él y recibir su apoyo. […] ¿Qué fue lo que Cristo prometió a sus discípulos si creían en él como su Salvador personal? «Yo estoy con vosotros todos los días», les dijo, «hasta el fin del mundo» (Mat. 28:20). Así que, sabiendo que en todo momento «el Señor siempre esú conmigo, no seré sacudido, porque él está aquí a mi lado» (Sal. 16: 8, NTV). Piensen en las numerosas promesas que él nos ha hecho, y de las que podemos aferrarnos con toda confianza. Cuando acudimos a la fuente de todo poder sabemos que recibiremos esa inteligencia y esa sabiduría, que proceden de un manantial puro, que no están mezcladas con ningún elemento de origen terrenal. Cuando oramos, es nuestro privilegio saber que Dios quiere que solicitemos su apoyo. «Pedid, y se os dará» (Mat. 7: 7). Está en cada uno de nosotros creer que nuestros ruegos son debidamente atendidos. El Señor desea que nos familiaricemos con él, que hablemos con él, que le contemos nuestras dificultades y que conozcamos por experiencia propia lo que significa pedir a Aquel que nunca se equivoca en sus valoraciones ni cae en favoritismos de ningún tipo.
Deshonramos a Dios cuando nos esforzamos por encontrar a alguien que pensamos que puede entender nuestra situación y ayudarnos. ¿Acaso no nos ha dado él a su Hijo unigénito? O ¿acaso no está Cristo junto a cada uno de nosotros para prestarnos el apoyo preciso?
No somos respetuosos con Cristo, ni reconocemos su constante presencia. No percibimos que debe ser nuestro huésped de honor, que nos sostiene con su mano humana tiernamente, mientras que con su mano divina se aferra del trono del Padre. Olvidamos que el umbral del cielo está henchido de la gloria que procede del trono divino, y que la luz puede recaer directamente sobre quien está buscando un apoyo que únicamente Cristo puede dar.—Manuscrito 144, 3 de abril de 1901 , «Una reunión matutina», adaptado.