Imagínate los cambios que se produjeron en la vida de los discípulos de Cristo al pasar tiempo con él. En su mayoría, eran personas incultas, sencillas, acostumbradas a las enseñanzas y las tradiciones de su fe judía; pero ahora estaban siendo desafiadas por el rabino galileo. Vivieron celos (Mat. 20:20-24) y conflictos (Juan 3:25); parecía que les faltaba la fe (Mar. 9:28, 29), e incluso abandonaron a Jesús (Mat. 6:56) y lo traicionaron (Mat. 26:69-74). Al mismo tiempo, crecían espiritualmente. Por esto la gente reconocía que Pedro había estado con Jesús (Mat. 26:73). Incluso los miembros del Sanedrín se maravillaron cuando percibieron que Pedro y Juan eran “hombres sin
letras y del vulgo”. “Les reconocían que habían estado con Jesús” (Hech. 4:13). Piensa también en el impacto increíblemente positivo que podríamos causar en nuestra familia si viviéramos de tal modo que cuando los demás integrantes de nuestra familia nos vean, sepan que hemos “estado con Jesús”. ¿Qué nos dicen estas palabras de Elena de White sobre las influencias en el hogar?: “El hogar, aunque sea sencillo, puede ser siempre un lugar donde se pronuncien palabras alentadoras y se realicen acciones bondadosas, donde la cortesía y el amor sean huéspedes permanentes” (HC 14).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Lee Eclesiastés 3:1 al 8. ¿Qué dicen estos versículos y cómo puedes aplicar ese principio a tu vida y experiencias?
2. En clase, conversen sobre algunas de las experiencias transformadoras y las lecciones que aprendieron, y además, sobre las lecciones que deberían haber aprendido pero no aprendieron. ¿Qué aprendieron de esas lecciones que no sabías? También hablen de cómo estas experiencias transformadoras afectaron a su familia. ¿Qué lecciones aprendieron de estas situaciones también?
3. Piensa en los diferentes aspectos de tu vida actual, y en cuán radicalmente diferentes serían ahora si no fuera por Cristo en tu vida. ¿Qué te sugiere esto sobre el poder de Cristo para cambiarnos?