«Ustedes deben considerarnos como simples servidores de Cristo, encargados de dar a conocer los planes que Dios tenía en secreto. Los que están encargados de alguna tarea deben demostrar que se puede confiar en ellos». I Corintios 4: 1 – 2, TLA
LOS QUE DESEMPEÑAN una parte en la obra de Dios la realizan a cabalidad cuando el Señor actúa por medio de ellos. ¿Debiéramos, entonces, alabar y dar gracias a los seres humanos, descuidando el reconocimiento que debemos a Dios? Si lo hacemos, el Señor no podrá apoyarnos. Cuando alguien se coloca a sí mismo en primer lugar y desplaza a Dios a un segundo plano, demuestra que está perdiendo su prudencia y su sentido común. Todo lo que se hace para restaurar la imagen moral de Dios en nosotros ha sido hecho porque Dios es la eficiencia de aquel que le sirve. Cristo declaró en su oración al Padre: «Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado» (Juan 17:3).
Lo que cada mayordomo debe comprender a medida que se esfuerza por dar a conocer la gloria de Dios en nuestro mundo, ya sea que se encuentre ante incrédulos o ante grandes personajes, es que debe hacer de Dios lo primero, lo último y lo mejor en todo. verdadero cristiano comprende que tiene derecho a ser llamado así únicamente en la medida en que exalte a Cristo constantemente, con persistencia y cada vez más. Ningún motivo ambicioso disminuirá su energía, porque la consigue de una fuente inagotable: la luz de la vida.
«Ahora bien, lo que se requiere de los administradores es que cada uno sea hallado fiel» (1 Cor. 4: 2). Cuando seamos fieles en dar a conocer a Dios, nuestros impulsos estarán bajo el control divino y creceremos constantemente tanto espiritual como intelectualmente. Pero cuando los seres humanos se unen para exaltar a sus semejantes y tienen poco que decir de Dios, se debilitan. Él abandonará a los que no lo reconozcan en todo esfuerzo hecho para elevar a la humanidad. Solo el poder de Cristo puede restaurar la maquinaria humana descompuesta. En todo lugar, que quienes los rodeen puedan ver que ustedes honran a Dios. Situémonos en la sombra y permitamos que el Señor aparezca como la única esperanza de la raza humana. Todos hemos de aferramos de la Roca eterna, Cristo Jesús, y entonces nos mantendremos a flote en medio de la tempestad.
Dios prepara nuestra comprensión para que podamos reconocerlo como el único que es capaz de apoyar a todo aquel que lucha con denuedo. El Señor guiará a todos los que se coloquen bajo su estandarte para ser fieles administradores de su gracia. Nadie puede evidenciar mayor debilidad que la de pensar que encontrará más aceptación ante la gente excluyendo a Dios. El Creador debe aparecer siempre como supremo. La sabiduría del más encumbrado pensador es locura para con Dios.
El Eterno nos ha dado principios y valores inmortales ante los cuales todo ser humano tendrá que someterse algún día. Tenemos verdades que nos han sido confiadas. No «se enciende una lámpara para ponerla bajo un cajón; antes bien, se la pone en alto para que alumbre a todos los que están en la casa» – (Mat. 5: 15, DHH). — Manuscrito 21, 8 de marzo de 1899, «Demos al Señor la gloria debida a su nombre».