<<Pero ¿quién podrá resistir el día de su venida? ¿Quien podrá entonces permanecer en pie? Pues llegar como un fuego, para purificarnos; será como un jabón que quitar nuestras manchas>>>. Maloqueas 3:2, DHH
QUIENES SE CONSIDERAN HIJOS e hijas de Dios, debieran representarlo en carácter. […] Se nos está dando ahora la oportunidad de formar caracteres que nos hagan idóneos para entrar en ella reino de los cielos. <<Bienaventurados los que guardan sus mandamientos, para que su potencia sea en el árbol de la vida, y que entren por las puertas en la ciudad>> (Apoc. 22:14, RVA). Fue por amor que Dios nos dio la ley para que pudiéramos identificar y abandonar los rasgos de carácter que no pueden ser tolerados en el cielo No entrar allí ningún acusado de robo, de adulterio, de los chismes y el engaño, porque esto conduciría a otra guerra en el cielo La ley de Dios fue dada para alejarnos a todos deseas prácticas, a fin de que nuestros caracteres pudieran ser modelados de acuerdo con el carácter de Dios.
Seguir tras las siempre cambiantes modas de este modo es hoy día la mayor preocupación de muchos. ¿No debiéramos poner nosotros igual interés en ir formando nuestros caracteres de acuerdo con el modelo que se nos da en la Palabra de Dios? Que nadie piense que puede conformarse ahora al mundo, depositando aquí abajo los tesoros, y luego, simplemente por haber hecho profesión de fe estar entre aquellos que entraron en la ciudad de Dios. No podemos estar en armonía con las leyes que gobiernan el reino de los cielos a menos que primeramente nos hayamos adaptado a ella aquí abajo. Es ya hora de que todos entreguemos nuestros corazones sin reservas a Dios y le sirvamos inteligentemente como hijos obedientes. Su Espíritu Santo pude moldearnos e irnos formando a la semejanza divina.
Los miembros de la familia celestial son herederos de Dios y coherederos con Cristo; herederos de los tesoros del cielo. No seguirán tras la ambición y la locura de este mundo, acumulando tesoros aquí abajo a costa de la pérdida del carácter cristiano que les asegura una vida que se compara con la de Dios una vida libre de pecado, de dolor, de tristeza y muerte.
Muchos hoy se dejan apartar de la sencillez de la verdadera religión por el estudio de la así llamada ciencia. Existe una ciencia verdadera, la ciencia de la vida eterna. Cuando Cristo vino a nuestro mundo, podría haber desplegado un vasto cúmulo de conocimientos científicos ante la mente de todas las criaturas racionales; pero no lo hizo. Dedicò su vida a enseñar las verdades relacionadas con la salvación eterna. […]
Dios tiene derechos sobre cada una de nuestras facultades. Su servicio demanda la consagración del ser eterno: todo el corazón, todo el espíritu, toda la mente y todos nuestros talentos. Lo único de verdadero valor en esta vida es como medir un servicio completo a Dios- Manuscrito 38, 1º de abril de 1905, <<¿Quién podrá soportar el tiempo de su venida (Mal. 3:2)?>>.