«Hermanos, si ven que alguien ha caído en algún pecado, ustedes que son espirituales deben ayudarlo a corregirse.
Pero háganlo amablemente; y que cada cual tenga mucho cuidado, no suceda que él también sea Puesto aprueba». Gálatas 6: l, DHH
SOMOS HEBRAS DEL GRAN TEJIDO SOCIAL y, como tales, estamos relacionados los unos con los otros. Nuestra vida deja sobre las mentes de las demás huellas que pueden tener trascendencia eterna. Los ángeles registran nuestras acciones, nuestras palabras y el espíritu con que actuamos. Si pretendemos reformar a otros hemos de comenzar la reforma en nuestros propios corazones, y mostrar que hemos adquirido benignidad y humildad de corazón en la escuela de Cristo. Los que tienen a otros a su cargo deben aprender a dominarse a sí mismos, a abstenerse de proferir expresiones bruscas y censurar con exageración. Hay palabras hirientes que pueden ofender, lastimar y dejar cicatrices en el alma. Hay expresiones ofensivas que son fuego para la yesca de un temperamento inflamable. Hay sarcasmos que muerden como víboras.
Las relaciones constantes entre caracteres imperfectos y defectuosos, a menudo pueden dar como resultado un gran daño para ambas partes; pues- Satanás tiene más influencia sobre sus mentes que el Espíritu de Cristo. No se ven el uno al otro bajo una luz verdadera y con imparcialidad, sino del modo más desfavorable. Al tratar de corregir el mal con precipitación y dureza, se crearán dos males en vez de corregir uno. Es imprescindible que seamos solidarios. Es el fruto del Espíritu el que se desarrolla en el árbol cristiano.
Tiene que haber un cambio radical en la forma como se trata con las diversas mentalidades. Si cada supuesta injusticia es considerada como una afrenta; si por cada injuria leve se exigen reparaciones con un espíritu diferente al de Cristo; si se emplea un lenguaje brusco; si se manifiesta espíritu de impaciencia que se agita e irrita ante cualquier contratiempo, grande o pequeño; pronto llegará a estar todo peor que si no se hubiera hecho nada para corregir el mal. Si los creyentes manifiestan actitudes tales, y cada cual se siente libre de hablar sin pensárselo dos veces, habrá corazones que se sentirán miserables, familias desdichadas, y discordia y disensión en la iglesia.
Hay una forma cristiana de arreglarlo todo. La presencia del amor de Cristo en el corazón conducirá a sentir amor por los que están extraviados y en el error. […] «Si entre ustedes alguien se precia de sabio o inteligente, demuestre con su buena conducta su amabilidad y su sabiduría» (Sant. 3: 13, LPH). — Manuscrito 24, 14 de febrero de 1887, «Testimonio a los obreros de la imprenta de Basilea».
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Devocional Vespertino Para 2019.
“Alza Tus Ojos”
Por: Elena G. de White