Si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y […] dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida. 1 Samuel 1:11.
Tienes un anhelo profundo en tu corazón?
¿Ahí está Ana en el Templo de Jehová, llorando su tristeza y expresando el anhelo más profundo de su alma. Balbucea palabras incomprensibles. El sacerdote la observa, y la juzga: «¿Hasta cuándo estarás ebria?» (l Sam. 1:14). Ana se siente sola. El sacerdote no la comprende. Su esposo le reprocha las lágrimas que derrama por ser estéril: «¿No te soy mejor yo que diez hijos?» (vers. 8). Y Penina, la otra mujer de Elcana, la humilla (vers. 6). Pero Dios, que ve lo que el hombre no ve, escucha su
clamor secreto (1 Sam. 16:7).
Ana se siente sola, pero no está sola. No hay peor soledad que la que te hacen sentir los que supuestamente te aman. Pero aun para esa clase de soledad Dios es la respuesta.
Ana hace lo que miles de años después el Maestro de Nazaret aconsejara a sus discípulos: «Busca a Dios en lo secreto de su alma». Cuando te sientas solo, angustiado, desesperado, apártate y «ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público» (Mat. 6:6). La plegaria secreta, la oración a solas con Dios, da calor al alma en la más fría de las soledades.
Luego de orar, Ana se fue «por su camino, y comió, y no estuvo más triste Y Jehová se acordó de ella» (1 Sam. 1:18, 19).
¡Cuán grato es saber que Dios puede recibir nuestras lágrimas amargas! Solo Dios puede entender nuestro corazón entristecido. Solo Dios puede darnos la serena convicción de que su voluntad siempre es buena para nosotros.
No sé cuál es el anhelo más profundo de tu alma. Solo tú lo sabes. Pero mira a Ana: Ella «oró, comió y no estuvo más triste». Descansó en el Señor. ¡Nada es más hermoso que llevar a Jesús todo anhelo profundo del corazón! ¡Nada es más sublime que descansar en nuestro «Padre que está en secreto»! Ese Padre que solo tú conoces, y que ve lo que otro no puede ver, siempre te responderá. ¡Descansa en él!
Oración: Gracias, Señor, porque recibes anhelo más profundo.