Y Saúl consultó a Dios: ¿Descenderé tras los filisteos? ¿Los entregarás en mano de Israel? Más Jehová no le dio respuesta aquel día. 1 Samuel 14:37.
¿Cómo es tu religión?
Los capítulos 14 y 15 de I Samuel revelan la hipocresía y las mentiras de Saúl para salvar su pequeño honor ante el profeta. Además de estar más atento a las normas religiosas respecto de la comida que al hambre de su pueblo, miente cuando es confrontado con su pecado (1 Sam. 14:34). Es típico de quien usa la religión para intentar esconder su condición. Nada es más peligroso en este mundo que una religión ritualista, vacía de significado, porque crea personas hipócritas y autoritarias, para quienes es más importante una tradición y una norma que las personas mismas (vers. 34).
Cuando Samuel confrontó a Saúl respecto de su desobediencia por tomar los animales del campamento enemigo, el rey no fue perezoso en responderle: «el pueblo tomó del botín ovejas y vacas […] para ofrecer sacrificios a Jehová tu Dios» (l Sam. 15:21). La respuesta del profeta no se hizo esperar: «¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios» (vers. 22). «Lo que le faltaba [a Saúl] en piedad verdadera, quería suplirlo con su celo en las formas religiosas» (PP 609). En ese mismo instante, Saúl fue desechado como rey.
Una religión formal es veneno para el alma, porque crea legalistas ciegos como murciélagos para ver la belleza, y duros como una piedra para sentir la necesidad y el dolor ajenos. La religión sin corazón destruye la fe.
¡Con qué facilidad medimos a los demás con nuestra pequeña regla, y los juzgamos por cuestiones de comida o vestimenta! Cuando nuestra religión se reduce a las formas, nos olvidamos de la gracia divina, que sin invalidar nada nos permite ver las cosas desde la perspectiva del amor.
Pero Dios ve el corazón y lee nuestras verdaderas intenciones. Él no nos condena por nuestras debilidades, como no condenó a David que hizo cosas muy reprobables. Nos condenamos a nosotros mismos cuando le mentimos, cuando huimos de su presencia, cuando «obstinados» por el poder despreciamos a los otros (vers. 23).
Oración: Señor, dame una fe lúcida y un corazón sensible.