«Si yo hablara lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe». I Corintios 13: I
SÍ COMO HAY UN CRISTIANISMO genuino en el mundo, existe también uno adulterado. El verdadero espíritu humanitario se manifiesta en la forma como tratamos a nuestro prójimo. Podemos preguntarnos: «¿Representa el cristiano el carácter de Cristo en espíritu y en acción, o simplemente manifiesta los rasgos egoístas propios de los mundanos?». La profesión no significa nada ante Dios. Antes que sea demasiado tarde para corregir los males, cada uno tiene que preguntarse: «¿Cómo soy yo realmente?». Depende de nosotros mismos el que formemos caracteres que nos capaciten para integrar la familia real de Dios en el cielo.
Si hemos de llegar a ser como Cristo, debemos estudiar su carácter. Es necesario que nos examinemos cuidadosamente a nosotros mismos y nos preguntemos: «¿Es este el camino que Jesús seguiría? ¿Tomaría él este curso de acción? ¿Qué clase de impresión estoy dejando sobre las mentes de aquellos con quienes me relaciono? ¿Debo mantener una conducta que debilite la confianza de alguien con quien tengo trato y lo lleve a pensar con liviandad acerca del cristianismo que profeso? ¿Me permitiré ser desconsiderado, lo contrario de lo que era Jesús, inmisericorde con aquellos que fueron comprados con la sangre de Cristo?».
Quisiera advertir a los hermanos de nuestras iglesias porque me temo que muchos estén desempeñando la parte del siervo perezoso que ocultó en la tierra el talento de su Señor (ver Mat. 25: 14 -30; Luc. 19: 12 – 28). El suyo fue un pecado de negligencia, el pecado de no desarrollar los grandes tesoros del conocimiento que fueron entregados a su custodia. Dios ha dado luz preciosa a su pueblo para iluminar el mundo y, ¿no la están tratando muchos con indiferencia, y actuando como si el don celestial fuera de poca importancia?
Los que son discípulos solamente cuando las cosas van bien no responderán al llamamiento del Señor en los tiempos peligrosos a los cuales pronto nos veremos abocados. Los discípulos activos «no son los oidores […] sino los hacedores» de las palabras de Cristo: «En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor» (Rom. 2: 13; 12: 11). Una nueva energía que procede del abismo se está apoderando de «la sinagoga de Satanás» (Apoc. 3: 9), y una nueva vida que desciende del cielo está tomando posesión de cada agente humano que es consagrado, dedicado, y que está tratando de hacer las obras de Dios.
Que aquellos que ministran en palabra y doctrina añadan a la fe la oración fervorosa, y traten de utilizar cada rayo de luz que procede de la Palabra escrita. La voz de Dios llama desde el cielo y demanda el uso cabal y completo de todos y cada uno de los talentos que nos han sido confiados. — Manuscrito 6, 21 de febrero de 1895, «Cristianismo genuino y falsificado».