«No hagan ninguna distinción de personas: atiendan tanto a los humildes como a los poderosos; sin tenerle miedo a nadie». Deuteronomio 1: 17
Empatía
Hay enfermedades que son contagiosas porque una persona, al entrar en contacto con otra, puede pasarle los agentes que causan esa enfermedad. Así, la otra persona también se contagia. Esto le ocurrió a Heidi, una niña de tu edad que amaneció un día con los ojos pegados. Aunque se lavó la cara, sus ojos no se veían bien. El médico dijo que tenía conjuntivitis, y Heidi tuvo que quedarse en casa hasta que el médico le dio el alta.
La Biblia cuenta en 2 Reyes 7:3-20 que algo parecido le pasó a un grupo de personas que vivían a la entrada de Samaria. Todos huían de ellos porque eran leprosos, y nadie quería contagiarse con aquella enfermedad. ¿Sabes? La lepra es una enfermedad de la piel muy contagiosa. En ese tiempo, los habitantes de la ciudad estaban pasando hambre porque un ejército enemigo los rodeaba y no les permitía salir a conseguir alimentos.
Pero los leprosos se arriesgaron a salir a buscar comida. Llegaron al campamento del enemigo y descubrieron que estaba vacío. Entonces, decidieron compartir la buena noticia con su pueblo. ¡Por fin estaban libres!
Cuando alguien tiene algo que no nos gusta, tendemos a alejarnos de esa persona, o a rechazarla por ese motivo. Pero no deberíamos hacerlo. Deberíamos tratar bien a todo el mundo. Dios nos dice con amor: «No hagan ninguna distinción de. personas: atiendan tanto a los humildes como a los poderosos,
Desafío: Haz tarjetas con frases de aliento y regálaselas a personas que ves seguido, pero con las que nunca conversaste, quizá un empleado del supermercado o un vecino.