Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices. Génesis 32:26.
Jacob estaba en graves problemas. Veinte años antes había engañado a su padre y se había quedado con la bendición destinada para su hermano mayor, Esaú. Este, que había vendido los derechos de su primogenitura por un plato de lentejas, se arrepintió rápidamente de haber entregado su futuro al reclamo de su estómago. Entonces aborreció a Jacob, quien huyó de aquel lugar para preservar su vida (Gén. 27:41).
Los años y la distancia habían leudado el rencor y la venganza en el corazón de Esaú. Ser vengativo requiere la disciplina de mantener las heridas abiertas, por lo cual Esaú se ocupó día tras día de que así fuera. Nunca son tan peligrosos los hombres como cuando se vengan de los errores que ellos mismos han cometido. A Esaú no le importó la bendición de su padre ni los derechos de la primogenitura (Gén. 25:32-34). Por eso la vendió, y luego quiso vengarse. A Esaú nunca le importó Dios. Y ahora solo le importaba saciar su sed de venganza. Ahí estaba, con cuatrocientos hombres, esperando que llegara su hermano, quien había decidido volver a la casa de su anciano padre Isaac por consejo divino (ver Gén. 31:3).
En el camino, Jacob tuvo temor y angustia (Gén. 32:7). Sabía que con una mentira se puede ir muy lejos, pero sin esperanzas de volver. Y entonces reclamó el perdón y la promesa divinos. En su noche de angustia, luego de haber peleado con el Ángel del Señor, le dijo: «No te dejaré, si no me bendices» (Gén. 32:26). Y Dios lo bendijo: en lugar de matar a su hermano, Esaú corrió hacia él, lo abrazó y lo besó, y los dos lloraron juntos (Gén. 33:4). Dios había hecho lo que parecía imposible. Esa oración cambió muchas vidas.
Dios tiene un compromiso contigo como lo tuvo con Jacob, porque él te ama antes de que tú lo amaras (1 Juan 4:19). Dios siempre te dará lo que necesites, y en el momento oportuno. Él te bendecirá siempre, isi ruegas como Jacob! No importa cuán lejos hayas llegado con tu mentira o tu error, Dios siempre te recibirá para bendecirte.
Oración: Gracias, Señor, ¡Sé que siempre me bendices!