Si alguien se cree religioso, pero no le pone freno a su lengua, se engaña a sí mismo, y su religión no sirve para nada. Santiago 1: 26, NVI.
Hace varios años, llevamos a mi suegro a España durante un par de semanas. Varios días después de haber comenzado el viaje, manejamos a la ciudad de Córdoba, al sur de España.
Muchos historiadores creen que Córdoba era la ciudad más poblada del mundo en el siglo X. Lo primero que fuimos a ver fue la Mezquita de Córdoba, ya que muchos la consideran uno de los monumentos más magistrales del arte musulmán en todo el mundo.
Luego de la visita, nos sentamos frente al imponente edificio para disfrutar del ambiente y relajarnos un poco. De pronto llegó un numeroso grupo de personas, haciendo mucho ruido. Eran manifestantes. Tenían tambores y estaban coreando y aplaudiendo. Miramos mientras pasaban frente a la Mezquita y doblaban en la siguiente esquina. No pudimos entender bien cuál era su protesta, así que la siguiente vez que pasaron, nos acercamos a uno de los manifestantes y le preguntamos. La persona con la que hablamos estaba bastante agitada y no entendimos bien, pero, por lo que entendimos, estaban protestando contra el alcalde de Burgos, una ciudad del norte de España.
Nos sorprendía que pudieran estar tan enojados con un alcalde de otra ciudad, que además ni siquiera estaba cerca, así que quisimos hablar con otro manifestante para obtener más información. Esta vez hablamos con alguien que se comunicó de forma más clara.
Nos avergonzó descubrir que habíamos malinterpretado a la primera persona, porque en realidad estaban protestando contra una empresa que quería construir un Burger King frente a la Mezquita de Córdoba. ¡Nos asombró darnos cuenta de hasta qué punto habíamos malinterpretado las palabras de nuestro primer interlocutor!
Esta es la razón por la que los chismes son tan peligrosos. Cuando repites algo, especialmente algo negativo, nada bueno sale de eso; además, es probable que la información que estás repitiendo ni siquiera sea correcta.
Como cristianos, tenemos que oponernos a los chismes. La Biblia habla muy clara y fuertemente sobre las personas que no pueden controlar su lengua.