«Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: «Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú»».
Mateo 26: 39
LA NOCHE DEL GETSEMANÍ fue la más terrible que un ser humano pueda haber vivido. Jesús debía morir al día siguiente. Al venir a la Tierra había aceptado voluntariamente ser el sustituto de la raza humana y morir para pagar el precio del pecado del hombre. Pero Jesús vino a la Tierra como hombre. Era plenamente Dios y plenamente hombre. No se disfrazó de hombre. Asumió nuestra naturaleza humana, y como hombre tenía instinto de conservación. No quería morir. Detestaba el dolor y el sufrimiento, y haría todo lo posible para evitar ser herido y sangrar hasta morir.
La lucha en el jardín del Getsemaní fue una lucha de la salvación humana. Jesús se sentía solo y abandonado. Sentía sobre sí el pecado de toda la humanidad y sabía que su Padre no podía soportar el pecado. Por lo tanto, se sentía lejos del Padre.
Por otro lado, tenía miedo de morir. Tenía tanto miedo que dijo a su Padre: «Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú».
Hubo un momento en que en las manos de Jesús estuvo nuestra vida o nuestra muerte eterna. Jesús tembló. «La naturaleza humana habría entonces muerto allí bajo el horror de la presión del pecado, si un ángel del cielo no hubiera fortalecido a Cristo para que soportara la agonía» («Comentarios de Elena G. de White», Comentario bíblico adventista, t. 5, p. 1078).
Jesús podía haber abandonado toda esa noche y regresado al cielo, pero si lo hubiera hecho la raza humana hubiera quedado perdida para siempre. Fue el amor por el hombre lo que llevó a Jesús a soportar la terrible prueba y beber el cáliz de la muerte.
Por eso ningún ser humano tiene derecho a pensar que no vale nada o que no significa mucho. Si tú no significases nada Jesús no habría derramado su vida en la cruz del Calvario por ti. Él te ama sin importarle tu posición social o tu raza. Tú, solamente por ser tú, eres lo más lindo que Dios tiene en este mundo.
A la mañana siguiente, el Señor Jesús estaba listo para enfrentar la muerte. Cargó una cruz ajena, porque para él nadie preparó una cruz, simplemente porque él no la merecía. Subió a la montaña del Calvario. Allí fue colgado entre dos ladrones. Al final de cuentas, murió de la misma manera en que vivió: entre pecadores. Fue por causa de los pecadores que había venido a este mundo.
Cuando miro a la cruz del Calvario, quedo enternecido. Bajo los ojos y le agradezco por su amor. ¿Qué sería de mí si él no me amase? ¿Cómo puedo dejar de darle mi corazón y de colocar mi mano en su mano, si fue para conquistar mi corazón que él vino y murió en la cruz?