«Pidan, y se les dará: busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra: y al que llama, se le abre» (Mat.7: 7,8).
Todos los años, cuando llega la época navideña, mi empresa organiza un banquete de premiación para honrar a quienes tuvieron logros significativos. Para atraer a los empleados a que asistan, rifan grandes premios durante el evento. Dije a mi esposo: «Este año asistiremos, porque no tengo una excusa para no ir»
Decidimos quedarnos para la cena y los premios, pero irnos antes de que la banda comenzara a tocar. Como en los diez años previos, cada empleado recibe diez tickets para poner en las cajas de rifa. Este año, regalaban una caja de herramientas, una televisión de pantalla plana, tarjetas de regalo para restaurantes y centros comerciales, un viaje de fin de semana y un ‘Pad. Cuando vimos los premios, supimos cuál queríamos. La semana anterior, mis suegros habían estado en casa y nos habían mostrado el ¡Pad que habían comprado. Realmente queríamos uno, así que pusimos todos nuestros tickets en la caja de rifa del ¡Pad e instantáneamente, mentalmente y con fe, reclamamos nuestro premio.
A lo largo de la noche charlamos con otras parejas, y les preguntamos en qué cajas habían puesto sus tickets, y ellos nos preguntaron lo mismo. Por supuesto, mi respuesta era «Vamos a ganar el ¡Pad». Ellos pensaban para sí mismos: Sí, seguro. Se rieron demuestra fe, pero nosotros conocíamos el poder de Dios. Lo que yo no sabía era que, durante la cena, mi esposo había estado clamando a Dios con una oración específica: que Dios me mostrara que estaba obrando en nuestras vidas porque, por un año, habíamos estado recibiendo algunas bendiciones gigantes. Mi esposo oró: «Señor, solo por si Traci piensa que todas las bendiciones que hemos recibido fueron una coincidencia, muéstrale esta noche, en medio de cientos de personas, que tenemos tu favor. Amén»
Cuando llegó el momento de la rifa, anunciaron todos los premios, pero se guardaron el ¡Pad para el final… tratando de postergar mi victoria. Finalmente, escuché: «Y el ganador del ¡Pad es…» Me puse de pie para reclamar mi premio antes de que pudieran anunciar el ganador, y todos se rieron. Entonces, leyeron el nombre del sobre, y ¡era mi nombre! Dios quiere que tengamos los deseos de nuestro corazón, y todo lo que tenemos que hacer es pedir. «Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón» (Sal. 37:4).
TRACI S. ANDERSON
vive en Alabama, EE. UU., con su esposo. Trabaja como coordinadora