“El Señor ha buscado para si un hombre conforme a su corazón. Y el Señor le ha designado como príncipe sobre su pueblo” 1 Samuel 13:14 LBLA.
Si nos detenemos a pensar, todos tenemos «algo»; eso que los demás usan para describirnos. Esto es lo que quiero decir: si tus amigos intentaran describirle cómo eres a otra persona, ¿qué dirían? Las palabras que utilicen revelarán ese algo. Por ejemplo, si dicen: «Es una chica siempre agradable y feliz», entonces tu algo es que eres agradable y feliz. Si alguien comenta: «Es el chico inteligente que siempre interviene en clases», entonces tu impresionante cerebro es tu algo. Pero si los demás dicen: «Él es el chico que siempre se sienta solo y no le sonríe a nadie», entonces puede que los demás necesiten de vez en cuando ver tu hermosa dentadura.
Lo cierto es que Dios nos diseñó a todos para que seamos hermosamente complejos. Ninguno de nosotros es tan simple como para ser definido con una sola palabra. Todos tenemos rasgos que resaltan, aquello que los demás notan en cuanto se acercan a nosotros. Cuando nuestros rasgos dominantes son buenos, honramos a Dios. Así que cuando somos cariñosos y alegres, estamos dando un buen testimonio.
En la Biblia, el héroe David es quien tiene posiblemente la mejor descripción o el mejor algo de todos los tiempos. A pesar de que se equivocó y no siempre hizo lo correcto, trató de depender de Dios y de confiar completamente en él. Intentó siempre escuchar la voz del Espíritu Santo: y cuando Dios quiso enseñarle algunas lecciones, él escuchó y aceptó la corrección. Y fue así como obtuvo su algo: Samuel describió a David como un hombre según el corazón de Dios (l Samuel 13: 14, LBLA).
¿No es impresionante que se diga esto de una persona? Puede que la televisión, la música y la escuela te hagan pensar que lo más importante es ser chévere, atractivo, rico, bien vestido, delgado o famoso. Pero en realidad, el mayor cumplido que puedes gozar, es que se diga que tienes un corazón como el de Dios.
Ponlo en práctica: Memoriza I Samuel 16: 7, y repítelo cuando necesites recordar qué es lo más importante en la vida.
Ponlo en oración: Lee Ezequiel 36: 26. Dile a Dios que le entregas tu corazón para que lo transforme cada día hasta que se parezca al suyo.