¿No podré yo hacer con vosotros como este alfarero, casa de Israel?, dice Jehová. Como el barro en manos del alfarero, así sois vosotros en mis manos, casa de Israel.
_Jeremías 18:6_
«¿Qué es lo que hice con mi vida?», gritaba la joven, mientras tomaba finalmente con sus manos el resultado positivo del test de embarazo. Tenía sólo 16 años. Nunca nada volvería a ser igual. Estaba ante la lucha inmensa, que comenzaba por cómo les daría la noticia a sus padres.
El versículo de hoy fue escrito para una nación que, por apartarse de Dios, también había arruinado el futuro glorioso para el cual había sido establecida. ¿Qué puede hacer el hombre solo? ¿Para qué sirven sus fuerzas, su dominio propio o los principios morales que pueda tener? «¡Maldito aquel que confía en el hombre, que pone su confianza en la fuerza humana, mientras su corazón se aparta de Jehová!» (cap.17:5), dice el Señor, y «¡Bendito el hombre que confía en Jehová, cuya confianza está puesta en Jehová!» (vers.7).
Dios no está maldiciendo al ser humano. Sólo está describiendo el triste futuro que le espera al que, sacando los ojos de Dios, comienza a confiar en sus propias fuerzas. Piensa un poco: ¿Qué está haciendo el hombre que no separa tiempo cada día para Jesús? ¿En quién está confiando?
El resultado de apartarse de Dios llevó a una triste situación de inmoralidad, pecaminosidad, formalismo, esclavitud, desesperación y muerte.
¿Qué hizo Israel con su vida? ¿Qué futuro le esperaba? ¿Cuál es el destino de un vaso deshecho y roto en pedazos, a no ser el tacho de basura?
Pero Dios nunca pierde las esperanzas. El hombre puede haber arruinado todo lo que tenía de bello, pero Dios siempre ve posibilidades futuras. Él no nos mira cómo somos, *sino cómo podemos llegar a ser por su gracia transformadora.* «¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, casa de Israel?», dice el Señor. «Como el barro en manos del alfarero, así sois vosotros en mis manos».
Una joven vida de 16 años, arruinada por jugar con el pecado, no es un vaso perdido para Dios. Un hombre maduro, que arruinó su vida y la de su familia por condescender con el mal, no es todavía un caso sin salida para Dios. Una persona que descendió a las profundidades de los vicios y de la promiscuidad, tampoco es un caso sin esperanza para Dios. «¿No podré yo hacer de vosotros?», es la pregunta del Padre. Si él fue capaz de crear, puede ser capaz de recrear. Si resucitó a Lázaro, también puede resucitar un cadáver espiritual.
Naturalmente, para eso tenemos que aceptarlo, seguir sus caminos, obedecer sus deseos y morar siempre junto a él. El trabajo del alfarero puede ser doloroso para el barro, pero el resultado final deja deslumbrado a todo el mundo. Si tú colocas el barro de tu vida en las manos del Alfarero divino, eso puede ser un tanto doloroso, pero el universo todo rendirá loores a Dios por su transformación.
_Por Alejandro Bullón_
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