«Dios resplandece desde Sion, la ciudad de belleza perfecta» Salmo 50:2.
Steve Erhardt es un peluquero de Hollywood adicto a la cirugía estética que se ha sometido a más de cuarenta intervenciones quirúrgicas. Aunque ha declarado haber invertido «en torno a un cuarto de millón de dólares» en operaciones, se niega a revelar la cifra exacta. También se niega a revelar su edad, y ha manifestado que no dejará de realizarse este tipo de cirugías porque, según ha admitido, está obsesionado con la mejora constante. Además, piensa que, aunque es arriesgado, sería estupendo batir el récord mundial de cirugías plásticas en una persona. En un documental sobre su obsesión que vi en la tele, Steve explica su necesidad de cambiar constantemente su aspecto. «Dios no tenía el molde para mí, de manera que lo he mejorado», declaró.
Steve no es la única persona obsesionada con intentar verse perfecto. En 2007 se realizaron cerca de doce millones de operaciones e intervenciones de cirugía estética en los Estados Unidos. Si haces cuentas, estamos hablando de 23 «retoques» por minuto en un año y en un solo país.
En mis tiempos, como nos gusta decir a los que pasamos la treintena, un cambio radical incluía un traje nuevo y un corte de pelo a la moda. Ahora, con la influencia de revistas con fotos retocadas y de programas televisivos de cambios de imagen, nuestra cultura se ha vuelto obsesiva con la búsqueda de la perfección física.
Por más cirugías estéticas a las que nos sometamos, nunca alcanzaremos la perfección. Nuestra única esperanza reside en el cambio radical final que el Señor realizará en nosotros en el futuro. Solo eso nos hará perfectos por fuera y por dentro. Tal y como dice Apocalipsis 21 : 5: «El que estaba sentado en el trono dijo: «Yo hago nuevas todas las cosas»». Hasta que llegue el momento de experimentar ese cambio final, no te obsesiones con tener un aspecto perfecto. En lugar de eso, dedica tu tiempo a conocer a Dios, que realmente tiene una belleza perfecta: «Dios resplandece desde Sion, la ciudad de belleza perfecta» (Salmo 50: 2).
Ponlo en práctica: ¿Qué te importa más, tu belleza interior o tu belleza exterior? ¿Qué puedes hacer para empezar a darle más valor a la belleza interior?
Ponlo en oración: Pide al Señor que te ayude a observar más allá de las apariencias y a ver la auténtica belleza de las personas.