«Id ahora a mi lugar en Silo, donde hice habitar mi nombre al principio, y ved lo que le hice por la maldad de mi pueblo Israel».
_Jeremías 7:12_
Entre 1926 y 1932, un grupo de arqueólogos dinamarqueses excavó las ruinas de Silo y llegó a la conclusión de que fue destruida por el fuego, aproximadamente alrededor del año 1100 a.C., luego de lo cual fue abandonada por unos 90 años. Esos descubrimientos armonizan con la historia bíblica.
En 2 Samuel 4:1-11 encontramos la historia de la derrota de los israelitas ante los filisteos en Eben-ezer y Afec, cuando el arca fue capturada. Posiblemente, en esta ocasión la ciudad fue incendiada.
Aparentemente, Silo era una ciudad hermosa. Quedaba en el territorio de Efraín y quizás había sido escogida por su ubicación central para ser el lugar del santuario y del arca. El arca simbolizaba la presencia personal de Dios con su pueblo. En las grandes batallas de Israel, el arca siempre estaba presente, porque una batalla sin la presencia de Dios estaría perdida.
Pero el tiempo fue pasando e Israel cayó en la tragedia de quitar los ojos de Dios y colocarlos en los simples objetos. Llevaban el arca por todos lados, pero vivían como si Dios no existiera. Elí no le dió importancia a la conducta pecaminosa de sus hijos; el pueblo dependía del arca y no del verdadero Dios.
Cualquier cosa, por mejor que sea, cuando es colocada sobre el Dios verdadero pierde su sentido y pasa a ser un estorbo en la experiencia espiritual.
En el versículo de hoy, Jeremías trata de dirigir la atención del pueblo hacia Silo: «Id ahora a mi lugar Silo, donde hice habitar mi nombre al principio, y ved lo que le hice por la maldad de mi pueblo Israel».
Las cosas nunca garantizarán la seguridad del pueblo de Dios. Los escombros y las cenizas de Silo se levantaron como un monumento a la insensatez humana, cuando el hombre comenzó a confiar en las cosas, sacando los ojos del Dios personal que él desea ser para nosotros.
¿Podemos caer en el riesgo de depositar nuestra confianza en las cosas, o en las formalidades del culto? Si, desafortunadamente podemos.
Un día un joven me buscó desesperado y me dijo: «Pastor, conozco el mensaje de la justificación por la fe. Compré todos los libros que hablan del tema, los leí y los subrayé, y, además, tengo todos sus casetes y libros. Sé que tengo que confiar solamente en Jesús para ser salvo, pero nada me sale bien; no siento que esté salvo, soy un fracaso». Entonces le pregunté cuánto tiempo pasaba diariamente con Jesús, y bajó los ojos.
Había caído en el mismo problema de Israel. Pensaba que el mensaje de la justificación por la fe lo salvaría. Depositó su confianza en el mensaje, pero no conocía al Dios del mensaje. Ese joven no pasaba tiempo con él. ¡Qué tragedia!
_Por Alejandro Bullón_
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